UNA VIDA PROPIA PARA EL ARTE
El entendimiento del arte parece oscilar entre la utilidad y la inutilidad. Discusión de fondo desde el tiempo de los sofistas. Los valores constructivos se convierten, con la Modernidad, en una “mímesis de la finalidad”. Pero como ya detectó Adorno: “la finalidad sin fin se convierte en ironía”. El movimiento moderno tuvo entre sus profetas a Adolf Loos, con su famosa criminalización del ornamento, dictamen que bien puede enlazarse (ya lo hizo el propio Adorno) con Thorstein Veblen, y su concepto del “consumo ostensible”, que revelaba la necesidad bastarda de lo innecesario, de lo decorativo como certificación de status, o como patética emulación pequeñoburguesa. El tabú inaugural impuesto por Adolf Loosse justifica por una auténtica perversión de lo ornamental, pero olvida o censura sus valores previos, que tienen que ver con un aprendizaje de la naturaleza y de lo ancestral.
Leer más...El simple enunciado de lo que nos ha conducido a esa verdadera highway to hell ya suena muy improbable: Una exposición organizada por Isidro Blasco en una antigua casa del pueblo de Sabiote. El lugar está a solo 8 kilómetros e Úbeda y es un pueblo jienense de unos 4.000 habitantes con una protohistoria que se remonta a la edad de Bronce. Luego fue romana, goda, musulmana y finalmente cristiana desde que Alfonso III la conquistara en 1226. Desde entonces y en tono mucho menor que Úbeda se mantuvo como plaza fuerte hasta la conquista de Granada. Por así decir era una especie de avanzadilla de Úbeda en torno a un castillo de cierto porte. Lo estupendo de Sabiote es que se ha conservado muy bien y aunque sus casas no resistan comparación con las monumentales de Úbeda, deja la impresión de lo que debía ser un pueblo renacentista de planta árabe. De nuevo, el plomo ardiendo que caía del cielo no animaba a darse el paseo, pero se dio.
Leer más...La habitación de Catalina, 2001.
En el ensayo (con rapsodia) Espuma, Anne Carson recuerda que lo Sublime es una técnica documental (que se funda en documentos, que se refiere a ellos). Carson delimita una dialéctica entre la pomposa descripción de Longino (una magnífica edición de De lo sublime es la de Acantilado, con traducción de Eduardo Gil Bera) y Michelangelo Antonioni. Longino entiende lo Sublime como un desborde, una yuxtaposición semiótica y gramática de manera que el paciente lector pasa a formar parte del juego. De otra manera; el público, individuo grupal que diría Jung, se alza naturalmente, se eleva hacia una orgullosa altura de manera que parece confluir sus expectativas con lo expresado. El primero en hacer uso del desborde es Homero, enfurecido en su canto como el mismísimo Ares. La conexión deviene brutal. Lo Sublime te alcanza, querido lector, como una bofetada. Carson cita a Michelangelo Antonioni: “¡Cuántos golpes recibió Lucia para la escena final! El filme termina con ella golpeada y sollozando, en el umbral de una puerta. Pero ella parecía siempre feliz y le resultaba fingir que se sentía desesperada. No era una actriz. Para obtener los resultados que yo quería tuve que utilizar insultos, maltrato, fuertes bofetadas. Al final ella se derrumbó y se puso a llorar como una niña. Interpretó su papel maravillosamente” (Antonioni; 1996). Se refiere al rodaje de una secuencia de Cronaca di un amore (1950). Lucia es Lucia Bosè. En este caso, el desbordamiento es físico. El impacto, en la representación iconológica, es el mismo. Si lo Sublime es documental es porque el levantamiento se produce en la superación del umbral. Longino lo entiende en Homero. Antonioni cruza la escena real para adentrarse en la ficción. En ambos casos, lo Sublime atañe un apuñalamiento, una profunda convulsión.
Leer más...Liliana Porter
Narraciones, estilos y escaparates de lujo en un contexto mítico
Los eventos paralelos repartidos por la ciudad, que parecen moverse en una dirección muy distinta a la defendida por Christine Macel, es decir, buscan narrativas y ficciones. No obstante, esto no nos sitúa necesariamente frente a un arte que sea interpretación de su momento, a no ser que pensemos que este tiempo está marcado por la fatuidad y el espectáculo. En cualquier caso, es mucho y variado lo que hallamos.
Si la propuesta principal de esta bienal cae en lo anodino con facilidad, en el casco histórico de Venecia todo se vuelve esplendor, quizás falso, hijo del mito, pero no por ello dejan de detectarse ciertos agotamientos. Por ejemplo, Axel Vervoordt en Palazzo Fortuny, viene dejándonos maravillosas exposiciones en uno de los palacios más bellos de Venecia, creando vínculos y diálogos por encima de los siglos, con momentos gloriosos como hace doce años o la culta y prodigiosa Proportio hace dos años. Sin duda, volverá a fascinar a aquel que vea este experimento por primera vez, pero Intuition termina por revelar más estertores que líneas para futuros desarrollos. El primer piso en medio de los restos del pintor español sigue siendo deslumbrante –cómo no serlo en este escenario– pero no se hila discurso alguno al final, buscando más el efecto que la atmósfera de conjunto. Está claro que no es lo mismo plantear la medida del mundo a partir del cuerpo humano partiendo de la “anatomía” de Andrea Vesalio, como ocurría en Proportio, que iniciar citando a Paulo Coelho. Sin duda, tienen que replantear el proyecto.
Leer más...Pabellón de Alemania
¿Sigue habiendo relación entre otium y virtud?
Otium ha sido uno de los conceptos más llamativos de los utilizados por Christine Macel, la comisaria de Viva Arte Viva, la LVII edición de la Bienal de arte de Venecia, y conservadora jefe del Centro Pompidou. Efectivamente, el “ocio” actual deriva de este concepto y, aplicado a la labor de los artistas, se podría prestar a no pocos equívocos, por lo que será mejor empezar definiendo el origen de este término.
La referencia clásica es el De brevitate vitae de Séneca, para quien el otium es la parte más importante de la vida del individuo, siendo la que se dedica a la lectura y la formación para la constitución de la moral y para buscar, por tanto, la virtud. Su opuesto: los negotia, relativos a los asuntos o cargas públicas. El otium se entiende entonces como una actividad para nosotros mismos que nos puede llevar a la creación y no a la pereza o al entertainment –como parecen mostrar las derivas contemporáneas del término–, y el negotium supondría su anulación. Así, estados tan actuales como el ansia, la desconcentración, la desorientación, el temor, son para Séneca algo frecuente en quien no cultiva el otium; de ahí la inclusión en esta bienal de espacios como el Pabellón de las alegrías y los miedos.
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