El simple enunciado de lo que nos ha conducido a esa verdadera highway to hell ya suena muy improbable: Una exposición organizada por Isidro Blasco en una antigua casa del pueblo de Sabiote. El lugar está a solo 8 kilómetros e Úbeda y es un pueblo jienense de unos 4.000 habitantes con una protohistoria que se remonta a la edad de Bronce. Luego fue romana, goda, musulmana y finalmente cristiana desde que Alfonso III la conquistara en 1226. Desde entonces y en tono mucho menor que Úbeda se mantuvo como plaza fuerte hasta la conquista de Granada. Por así decir era una especie de avanzadilla de Úbeda en torno a un castillo de cierto porte. Lo estupendo de Sabiote es que se ha conservado muy bien y aunque sus casas no resistan comparación con las monumentales de Úbeda, deja la impresión de lo que debía ser un pueblo renacentista de planta árabe. De nuevo, el plomo ardiendo que caía del cielo no animaba a darse el paseo, pero se dio.
Este es el contexto de Interventions 4. Isidro Blasco, residente el Nueva York desde hace ya muchos años conoce este pueblo de forma indirecta, luego iremos a ello. El caso es que junto a su mujer Sarah Jay, Blasco, a quien le gusta de toda la vida la manualidad constructiva, lleva algún tiempo comprando algunas viviendas baratas para restaurarlas casi artesanalmente. En principio destinadas a su venta, aunque no se trata de un negocio inmobiliario de altos vuelos, sino algo mucho más cercano y familiar. La cuestión es que, antes de comenzar la rehabilitación, Isidro Blasco comisaría una exposición en la vivienda. Esto ya ha sucedido en Nueva York (Hudson y Brooklyn) y Filadelfia. Ahora le tocaba el torno a Sabiote, un lugar con más historia pero algo menos de empaque que las ciudades citadas. Y donde no ha llegado el arte de nuestros días más que a través de las noticias anuales sobre ARCO.
En todo caso, varios artistas aceptaron la invitación de Isidro Blasco, quien tuvo el detalle de no incluirse a sí mismo en la selección, y acudieron al ignoto Sabiote. Podría pensarse que se trataría de artistas prometedores y poco conocidos, pero no es así. Prácticamente todos los invitados tienen una carrera respetable y esto dice mucho de la capacidad de convocatoria de Blasco. Las propuestas que ocupaban unas habitaciones adecentadas pero sin ninguna transformación aún, tenían caracteres muy diferentes.
Alfredo Morte es conocido sobre todo como artista sonoro y aunque desarrolle otras actividades, venía a Sabiote en esa calidad. Su obra estaba en el distribuidor de la primera planta y son pequeñas máquinas que percuten las paredes o resuenan ellas mismas. Todo ello comandado por un aparatoso secuenciador analógico cuyas luces indicativas son una parte más de la instalación, su cerebro.
Jorge Galindo encontró en el desván de la casa una gran colección de revistas españolas de los años 60, la mayor parte de ellas impresas en bitono. Con ellas ha empapelado dos habitaciones, pero no de cualquier forma, sino utilizando solo las paginas de anuncios y algunos retratos de celebridades de la época. Es difícil no quedarse pegado mirando y leyendo aquellos anuncios, que demostraban entre otras cosas la imaginación y competencia de unos diseñadores gráficos todavía bastante aislados. Por otra parte llama la atención la cantidad de texto que había en ellos, como si el anuncio, además de impactante, hubiera de ser argumentativo.
Felicidad Moreno trajo dos de sus obras características, una Vajilla deconstruida y un Círculo y Sofía Jack instaló en los techos 18 pequeños prismas translúcidos de selenita que trazaban una geometría en el conjunto de la vivienda. Maite Camacho había recortado el papel de pared de una de las habitaciones siguiendo los contornos de unas sillas de madera y Moneo Brock Studio habían colgado decenas de CDs en el patio, donde también estaba la música. También había obras de Marta Jarabo, Catarina Leitão, Fernando Quesada y Tito y Tito Juan Pablo, alfareros que realizaron un recubrimiento de pared de adobe.
El día de la inauguración fue impresionante. Lo que se dice público del arte no había, apenas los participantes. Pero sin embargo la casa estaba llena. Resulta que Sarah Jay, norteamericana vino a caer a Sabiote en un programa de estudios. El choque para una adolescente debió ser bastante fuerte pero Sarah tuvo la suerte de encontrarse en una familia acogedora y la sabiduría de apreciar la experiencia en lo que valía.
Y allí estaban todos, con una discreta concejala de cultura que reconoció con sencillez que allí no se habían visto en otra igual. Había de comer y de beber y una performance a cargo de A Esther Moya le Robaron Una Medalla (Alice Esmé Watson y Luis Amalia) que el público acogió con respeto. Para el pueblo, Interventions seguramente se transformaría en tema de conversación por el exotismo y es bastante seguro que la gente tendrá una opinión en su casa. ¡Esto no es un museo-templo, es la antigua casa de la Grisa! No es probable que el arte actual de orden instalativo vaya a convertirse de repente en una de las primeras prioridades de los sabioteños, pero desde luego, cuando vean en la TV noticias sobre el tema, pueden decir con toda legitimidad que han vivido algo de eso.
Esto es mucho, porque es de lo más extraordinario que el arte actual se produzca, ya no en e el terreno protegido de las artes, sino incluso en una localidad perdida le confiere un carácter diferente. Ahí se plantean otras cuestiones, como la adecuación del arte actual a las expectativas del pueblo llano, en este caso rural y si esto sería necesario o no. Pero esa sería otra historia, lo reseñable es el mero hecho de que la casa de la Grisa, en Sabiote, se haya producido este fugaz encuentro.