Sin título (dormitorio luna malva), 2010. Cortesía: galería Fúcares.
Un paradigmático enunciado que recorre el pensamiento marxista y aterriza en un imprescindible tratado sobre la experiencia de la modernidad en el texto homónimo de Marshall Berman, presta su grandilocuencia al título de la última exposición de Sofía Jack. Con esa paratextualidad casi profética, a modo de prefacio de la muestra, la artista abre imaginarias ventanas en sus obras para permitir la mirada del voyeur. Con esa advertencia que nos hace Jack antes de entrar a la galería, no podemos sustraernos a la desazón de una modernidad tan expansiva como regulada, que en el presente continúa prescribiendo las categorías perceptivas, los modelos de acción y la axiología de un agonizante antropocentrismo crítico.
Accediendo a la galería, en la primera sala encontramos tres polípticos formados por dibujos al carboncillo en pequeño formato, en los que se recrean diversos interiores domésticos, agrupados en habitaciones, escaleras y salas de estar. Composiciones con ángulos inquietantes donde la representación traduce una calma que resulta incómoda. En un atávico gesto, caemos en la trampa de realizar un ejercicio mental para tratar de completar la imagen de la casa como totalidad, conectando los fragmentos dispersos en los dibujos. Proseguimos el intento de construir un relato para cada espacio, interpretando las huellas de sus habitantes en los objetos cotidianos que pueblan esas estancias, que más que hogares parecen escenografías montadas para que acontezca en ellas el rito de la existencia, con su ilusoria realidad y un tiempo que se debate en tour de force trascendencia-fragilidad.
Leer más...Pasillo de color, 2010. Fotografía digital sobre papel Fuji profesional. Cortesía: Comunidad de Madrid. ©JOSÉ MANUEL BALLESTER
José Manuel Ballester (Madrid, 1960), conocido por su galardonada carrera artística, presenta en la sala de exposiciones Alcalá 31 una muestra dedicada a los últimos cinco años de su trabajo. La arquitectura sigue siendo el leit motiv de una obra que suele jugar con la transposición del discurso fotográfico hacia el discurso pictórico. El artista, desdibuja ex profeso los límites de éstos mientras centra sus experimentaciones en la capacidad de evocación de los espacios, a través de la transformación de su identidad y en beneficio de la construcción de una nueva narratividad. Para ello, Ballester cuida el ángulo de visión, la naturaleza del tratamiento del color, las texturas, las sombras y, sobre todo, su forma de acercamiento hacia las nociones de vacío e inmensidad; creando así una profunda e incuestionable abstracción de la realidad, tal como reza el propio título de la muestra.
Leer más...Jason Kahn
La “voluntad de estilo” es una idea desterrada hace ya mucho, cuando irrumpió la posmodernidad arquitectónica, pero se niega a morir incluso dentro de las nuevas practicas intermedia. Esto sucede porque la mayoría de los artistas tienden a mantener durante largos periodos de tiempo los mecanismos de creación con los que han llegado a encontrarse cómodos y que les permiten formular de manera más certera los temas que tratan, a su vez constantes, durante largos periodos de tiempo.
No obstante hay casos que se salen de esta norma. Dos de ellos son americanos, criados en el Los Ángeles del post-punk, Destroy All Monsters o el conceptual californiano de John Baldessari & Co. Se trata de Steve Roden y Jason Kahn. El primero es un artista visual de formación, pero más conocido en Europa como artista sonoro, que tiene editados decenas de CD’s. Su música es tan original como para haber recibido un nombre: música en minúsculas. Pero son músicas muy diferentes.
Leer más...Hace un año en estas mismas páginas José Manuel Costa se preguntaba, a raíz de la inclusión de Roxy Music en el festival Sonar, sobre la vigencia del pasado en la escena actual. Estas ideas se enmarcaban dentro de una corriente de pensamiento más amplia que, a través de géneros como el pop hipnagógico, el witch house, el glo-fi o la hauntología, renombraban el presente de manera constante echando la vista atrás.
Simon Reynolds en su reciente libro, Retromania: Pop Culture's Addiction to its Own Past, hace una valoración muy personal y a la baja de la época presente. Si bien el libro trata la cultura de consumo de todo el siglo XX, me gustaría detenerme en las consideraciones y respuestas que el crítico ingles realiza del "ahora"; unas valoraciones que no sólo entran en lo musical, sino que también tratan ampliamente aspectos sociales, industriales y económicos. Su visión es la de una distopía, donde la tecnología se esta apoderando de la memoria del presente. Cualquiera de nosotros podría sentirse identificado con muchas de las ideas del autor: perdida de una identidad compartida, acumulación de información, privación de un sentido histórico más amplio... Sin embargo, es cierto que esa velocidad y saturación cultural la hemos vivido en otros momentos: la proliferación de sellos y microestilos de la electrónica a comienzos de los noventa o las innumerables formaciones y grupos de soul de la década de los sesenta, serian dos ejemplos.
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