José Val del Omar escribió: “El tiempo del espacio / es lo profundo. / Cuerpo de lo profundo / es lo inmutable”. El tiempo, ente separado del espacio, sólo es alcanzable fuera de la carne, en el abandono del cuerpo. Esa era la idea de un artista que llevó al extremo sus investigaciones cinematográficas, para quien el cuerpo era una especie de ergástula. Desde que los primeros futuristas italianos procurasen mecanizar el cuerpo, su evolución como forma de expresión artística ha estado tendida a la revelación de las pasiones más innegables; dolor, amor, deseo, trauma, transformación, belleza, enfermedad. El cuerpo es la proyección del paso del tiempo, inexorable, en su travesía firme hacia su desarraigo, su libertad. El cuerpo es el pathos desatado. Javier Codesal (Sabiñánigo, 1958) dedicó tres años (desde 1993 a 1996) en condensar las notas visuales para finalizar “Acariño Galaico”, la película póstuma del genio granadino. Su pulsión creativa le había hecho encontrar en las imágenes en movimiento un medio idóneo para reflexionar sobre el empeño individualista de los hombres contemporáneos, a veces de un insondable narcisismo, otras de un angustioso y privado dolor; su encuentro con Val del Omar no era fortuito, por supuesto. Así comenzó el diálogo de dos amigos en un café fascinados uno por el otro, fuera del tiempo. Hablaron del cuerpo, de la imagen de él, de sus movimientos y de sus caracteres, de sus cambios y de sus virtudes, de sus penas y de su decaída. De las fluctuaciones surge “Ponte el cuerpo”, la retrospectiva que el MUSAC le dedica a uno de los artistas más personales y adelantados de este país, capaz de construir un lenguaje sagaz a través del video, su faceta más conocida, pero también mediante el dibujo, la fotografía y la poesía.
Leer más...La vorágine del progreso; ruido de máquinas a pleno funcionamiento, ondas de radio invisibles, olor a plomo escupido por los nuevos vehículos, ferrocarriles atestados y su halo de carbón, la Torre Eiffel, personas que vuelan, fotografías que caracterizan el movimiento. Casi nadie estaba preparado para soportarlo, mucho menos los artistas. El arte de finales del siglo XIX y de principios del XX se podría resumir en el intento de una concepción de lenguajes en situación de explicar la sensación de velocidad. La desconfianza o la adoración hacia los nuevos e incansables aparatos metálicos fundamentaron gran parte de las estrategias creativas de la vanguardia, fomentaron reacciones, pensamientos y una ruptura con la tradición sesgada, de repente, por la Gran Guerra. Fueron días perdidos. Tras la Guerra la necesidad de reconstrucción era de urgencia, de las ruinas debía emerger un nuevo lenguaje que acabase con la posibilidad de una nueva rebelión de las máquinas que había desembocado en el absurdo y la tragedia. Este es un intento: En 1926, el moderno y atrevido artista Karel Teige editó “Abeceda”, un libro en el que la coreógrafa Milca Mayerova, fotografiada por Karel Paspa, formaba con su cuerpo un abecedario pensado por el poeta surrealista Vitezslav Nezval en 1922. Esta reinterpretación del código primario de todo discurso en movimientos constructivistas le sirve a Mabi Revuelta (Bilbao, 1967) para reflexionar sobre las posibilidades expansivas de la semántica, sostén de una investigación que dura más de diez años en torno a la formación del lenguaje, sus posibilidades lúdicas (en exégesis artística) y su uso para la transmisión de lo aprendido.
Leer más...Concha Jerez y José Iges: Viaje a ninguna parte. Cortesía: Tabacalera Promoción del Arte
Oportunamente, la comisaria de la exposición “media_mutaciones”, Karin Ohlenschläger, nos recuerda que Concha Jerez y José Iges iniciaron su trabajo conjunto en 1989, el mismo año de la caída del muro de Berlín y del paso de un mundo bipolar, en el que se enfrentaban las potencias norteamericana y soviética, al de la globalización neoliberal que parece devoradoramente extenderse, un cuarto de siglo más tarde, por todo occidente. También el año del nacimiento de la worldwide web (www), que parece haber llevado la totalidad de lo existente a la pantalla de nuestro ordenador.
Oportunamente, digo, porque, con independencia de otros criterios que se pudiera aplicar para definir la muestra, el principal, el eje en torno al que giran las diferentes propuestas, es una reflexión política, mediante la que dilucidar cual es nuestra posición como sujetos inmersos en ese discurso universalizador.
Leer más...Möbius. 2014. Fotografía sobre lienzo y láminas de oro. Copia única. 50 x 50 cm © Luis González Palma. Cortesía del artista
Una exposición retrospectiva en cierto modo pudiera interpretarse como un espacio de violencia, un tiempo de excepción al que es arrojado el artista, extraído de la experiencia cotidiana que conlleva su trabajo e investigación en tanto modo de producción en el que se conjugan temporalidades que desembocan en el presente, aquí y ahora. El peso histórico de este formato expositivo que tradicionalmente se ha encargado de crear taxonomías, fórmulas didácticas y modos de exhibición inteligibles y ordenados de un cuerpo de obras determinado perteneciente a un creador, obviamente se emparenta y tiene una deuda con el trasfondo historiográfico de las narraciones sobre la vida de los artistas, género biográfico que tomó fuerza con el Renacimiento y que ha sido un comodín dúctil en los ejercicios de exégesis de una disciplina como la Historia del Arte. Paradójicamente, la retrospectiva como “género” curatorial no ha evolucionado demasiado y sigue apegada, en muchas ocasiones, a una serie de convenciones museográficas que no terminan por solucionar la arbitrariedad de los cortes diacrónicos que este tipo de exposiciones hacen en el trabajo de un artista.
Leer más...Jordi Colomer: "No Future”. Cortesía: CA2M.
El Punk, ya lo sabemos y está escrito en esta exposición, fue una explosión, una llamarada. Destinada desde el principio a extinguirse dejando una carga de profundidad de efectos mucho más trascendentes que unas camisas sobredimensionadas o unos cuantos imperdibles. Además de una música que, espídica cómo podía ser, tardaría algo en ser verdaderamente innovadora. El Punk fue una nueva actitud.
Y esa actitud es lo que se muestra en el CA2M de Móstoles, vertida en arte.
Para un punk como Johnny Rotten, la aparición de David Bowie en el Tops of the Pops en 1971 demostró a una generación que cualquier cosa era posible en el pop. Para muchos de quienes vivieron el Punk, los Sex Pistols eran la confirmación de que cualquier cosa era posible. Y no solo en el pop.
Leer más...