Vista de la exposición. Cortesía: Casa sin fin.
Casi trece años después de su última exposición individual en Madrid, en el Espacio Uno del Reina Sofía, Javier Codesal inaugura ahora la nueva sede de Casa sin Fin en la capital, el espacio galerístico ideado y regido por Julián Rodríguez, ya operativo desde hace un tiempo en Cáceres. Pero al igual que Casa sin Fin no es ni pretende ser una galería de arte al uso, pues su función e ideario van más encaminados a una interrelación productiva, y generadora de diferentes proyectos con nuevos parámetros estéticos, entre artes plásticas, literatura y poesía, tampoco la obra de Javier Codesal podemos situarla en un limpio y delimitado campo operativo, dado que si hay un argumento esencial que definiría su discurso estético no sería otro que el desbordamiento de los cauces propios de disciplinas creativas diversas, y con ello la creación de un territorio (muy singular, reconocible y auténtico, pero sobre todas las cosas honesto) donde la poesía, en su sentido clásico, puede ser el prólogo o epílogo de una película sin filiación aparente con respecto a esa misma poesía, pero a ella encadenada con hierros tan invisibles como secreta y profunda la razón de existencia de esos mismos hierros; pero igualmente el discurso fotográfico que el artista produce puede erigirse en documento estático, representativo o no, de una tan densa como refinada disertación, escrita u oral, de teoría cinematográfica, al igual que la mayor parte de los vídeos realizados son una forma otra, visualidad en movimiento, de proyectar la poesía en el espacio.
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En el ámbito centroamericano la escena artística guatemalteca siempre ha sido la más conectada con la modernidad y la más vital, tanto en el plano de la producción como en el de la crítica y la teoría, además de contar con un cierto coleccionismo privado y una red de galerías localizada en la capital. Pero como ocurre en general en Centroamérica y el Caribe, la ausencia de instancias institucionales de peso o de museos, ha propiciado la creación de espacios independientes, impulsados muchas veces por artistas en estrecha colaboración y participación con críticos y otros agentes culturales, que se sitúan entre el modelo de la galería comercial, el espacio de producción que facilita el trabajo en colectivo, el espacio de actividades dirigido a la formación, el laboratorio de ideas o la plataforma de discusión y acción artística. Casa Noj, en Quetzaltenango (Guatemala), es un caso muy ilustrativo de como son los métodos y la dinámica en las políticas culturales en cuatro tiempos: 1) las autoridades municipales de esta ciudad del altiplano guatemalteco ceden el espacio municipal de Casa Noj a un colectivo de artistas para su gestión y programación, 2) el colectivo consigue financiación de agencias de cooperación internacionales, entre ellas también de la Cooperación Española, 3) la municipalidad procede al despido y desalojo del colectivo para aprovechar estos fondos, y 4) este colectivo refunda el proyecto cultural en un espacio de alquiler en el centro de la ciudad, como Ciudad de la Imaginación, y arrastra también los apoyos financieros de Hivos. Actualmente desarrollan el proyecto Pasaporte a la cultura que tiende a abrir el ámbito cultural subrayando actividades formativas en una provincia con una fuerte conciencia identitaria. En ocasiones como esta la acción cultural parece desarrollarse a contracorriente de la rapacidad institucional. En Ciudad de Guatemala, Ultravioleta, es un espacio intermedio que se plantea como una plataforma multidisciplinar, dedicado a la experimentación, fundado en 2009 por los artistas Stefan Benchoam y Byron Mármol en asociación con el crítico y comisario independiente Emiliano Valdés. Situado en el edificio del mítico Cine Lux del centro de la ciudad, su programación ha estado siempre atenta a los artistas emergentes que no suelen encontrar espacio en las galerías con un perfil más tradicional de mercado, pero también y sobre todo ha propiciado debates, presentaciones de proyectos y trabajos de artistas tanto locales como extranjeros (en programas titulados gráficamente como "blablabla") en los que han participado el mexicano Carlos Amorales o la guatemalteca Yasmine Hage.
Leer más...¿Cree que la función que desempeñan las revistas culturales está suficientemente valorada en nuestro país?
La función que desempeñan las revistas culturales es muy valorada por quien las conoce, personas e instituciones. Diría que la cuestión no es tanto de valoración como de conocimiento y proyección pública.
Es necesario un esfuerzo mayor para dar a conocer mejor los proyectos e iniciativas que representan estas publicaciones entre nuevos lectores e instituciones del ámbito cultural, con especial incidencia entre los jóvenes y estudiantes.
No es baladí insistir en que hoy la reflexión y el debate de ideas, los espacios para los nuevos movimientos culturales y artísticos, la atención a los nuevos creadores, el altavoz de nuevas propuestas y formulaciones, se da en las revistas culturales.
¿Cree que se les apoya desde las administraciones públicas en igual medida que, pongamos por caso, a los diarios?
Las administraciones públicas deberían contar con un plan meditado y con criterios claros, coherentes y sistemáticos de apoyo a las revistas culturales –que no necesariamente deben pasar siempre por la subvención económica– que contrarresten las derivaciones exclusivamente de mercado y promuevan la pluralidad de reflexiones y propuestas culturales e intelectuales.
La administración pública central, en el caso de las revistas culturales, adquiere suscripciones a las mismas para dotar de contenidos culturales de calidad a las bibliotecas públicas, de lo que se benefician, por supuesto, las revistas culturales, pero también los ciudadanos que acceden a estas publicaciones, así como las bibliotecas que incrementan la pluralidad y diversidad de los fondos con que cuentan. Es la única medida de apoyo público que existe actualmente desde la administración central.
En el caso de la Generalitat de Catalunya, existe un ambicioso programa de ayudas a las publicaciones solo en catalán, consistentes en apoyos a la edición en esa lengua a través de subvenciones y apoyos a las tarifas de suscripción que realizan los ciudadanos a esas publicaciones.
La administración pública debería de incorporar a los promotores y editores de las revistas culturales en sus estrategias de política cultural en general, incorporándolas como lo que son: un escaparate vivo de lo más dinámico de la actividad cultural y creadora de nuestro país.
También sería necesario un más equitativo reparto de la publicidad institucional. Se prima a los medios generalistas frente a las publicaciones especializadas que suelen ser, y en gran medida, mucho más rigurosas en sus análisis.
¿Cuáles son los principales problemas con los que se encuentran las revistas culturales?
Los principales problemas no son muy distintos de los que puedan darse en otros sectores de la creación y la industria cultural. Financiación y distribución son cuestiones recurrentes, pero presentes, que se manifiestan en los distintos contextos.
Por otro lado, los índices de lectura en nuestro país son inferiores a los de otros países de nuestro entorno, y ahí la labor educativa desde el ámbito institucional resulta esencial. Otro factor que nos distingue de países vecinos es el escaso hábito de suscribirse y recibir en casa las publicaciones que realmente interesan, una relación directa entre el lector y la revista que evita la intermediación de las distribuidoras, que no siempre aciertan a la hora de valorar los puntos de venta más adecuados para la revista especializada. Hay que añadir que ell lugar natural de las revistas culturales es la librería, ya que el quisco de prensa siempre primará, en su reducido espacio, a las publicaciones de mayor venta. ARCE está trabajando muy activamente con las librerías para que el lector pueda hacer también su suscripción a través de ellas, y sea éste el punto de recepción en el caso de que encuentre problemático recibirla en su propio buzón.
Volviendo a los problemas que compartimos con el sector del libro y la edición (cambios en los modelos de difusión y distribución, deterioro de la red de librerías independientes y menor espacio de exhibición, el incremento desmedido de los costes de correos y envíos, la brutal caída de la publicidad…) hay que añadir los que son propios de unas iniciativas que priman los contenidos, la reflexión, la nueva creación, la calidad del producto, por encima de la generación de modelos de negocio rentables.
¿Cómo está afectando la crisis a este sector?
La crisis económica está afectando en todas las fases de la vida de las iniciativas de contenidos culturales de calidad que son nuestras publicaciones: desde la concepción hasta los distintos procesos de edición y difusión de las mismas.
Sin embargo, las revistas culturales, en el soporte que sea, son por su propia naturaleza proyectos débiles económicamente pero muy flexibles, con una capacidad de adaptación importante y un alto nivel de resistencia gracias, fundamentalmente, a la fidelidad de sus lectores y seguidores.
Y son capaces de mantener, precisamente por ello, unos contenidos de calidad que marcan la diferencia con la insustancia generalizada de otros medios.
¿Cómo ve la competencia que ejercen las revistas de instituciones públicas (museos, fundaciones, ferias, etc.) respecto a las revistas impulsadas desde la iniciativa privada?
Desde la convicción de que los poderes públicos tienen una responsabilidad ineludible en el sector de la cultura.
Ahora bien, me parece que la administración pública en general, y sus diferentes organismos autónomos, no deberían de “invadir” con recursos públicos aquellos campos ya cubiertos de buena forma por las iniciativas de la sociedad civil. El caso de las revistas institucionales en el ámbito de la cultura es paradigmático, pues compiten, desde los recursos públicos además, en la captación de autores, publicidad pública y privada…
Ahora bien, quizás la distinción deba partir fundamentalmente de los contenidos, de objetivos de un proyecto cultural, de calidad, de análisis y reflexión frente a boletines a veces puramente informativos o guías del ocio ilustradas.
¿Piensa que Internet acabará con las revistas en papel o que hay espacio para la coexistencia de ambos medios?
Las revistas culturales han dado, en estos últimos años, un salto muy importante hacia el ámbito digital y la utilización de estas tecnologías, superando definitivamente la idea del asesinato del papel a manos de otras herramientas tecnológicas. La idea es, más bien, la complementariedad, la de dos espacios diferentes que pueden enriquecerse en función de los distintos proyectos.
Tenemos por delante muchas incertidumbres de todo tipo: desde nuevos modelos de desarrollo de nuestra actividad, pasando por la resolución de cuestiones de tipo técnico en lo que se refiere a formatos, plataformas de distribución, etc.
Estoy convencido que empiezan a primar los contenidos por encima de los soportes, y quienes editan y difunden contenidos de calidad cultural están en una situación inmejorable para utilizar todos los canales a su disposición. Sobre todo en un entorno en el que la rapidez y abundancia de información va a requerir, más que nunca, de intermediarios independientes, reconocibles, “banqueros simbólicos” (Pierre Bourdieu) de referencia.
Las revistas culturales, en todos los soportes, son imprescindibles para sostener una diversidad de propuestas, información y contenidos culturales.