Desde su aparición ARTECONTEXTO asumió el compromiso de constituirse en una herramienta útil en el campo de la teoría y en relación a las prácticas artísticas. Ahora nuestro blog se convierte en una nueva plataforma de opinión, crítica y análisis sobre temas de interés para impulsar el debate en el ámbito de la producción cultural y sus políticas. Os invitamos a participar de forma activa en este espacio abierto, independiente y colaborativo a través de: blog@artecontexto.com
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Inoportuno: primera etapa, 2004. Donación de Robert M. Arnold, Seattle Art Museum, 2006. Museo Guggenheim Bilbao, 2009. ©FMGB Guggenheim Bilbao Museoa, 2009. Foto: Erika Barahona-Ede.
Junto a un grado asiático de explotación de los aspectos comerciales del pop art por parte del japonés Takashi Murakami, loado hasta la baba por la troupe de figurantes que pueblan las revistas del cuore, el Guggenheim presenta su primera exposición de un artista nacido en China. Y un servidor se siente como el personaje interpretado por Bill Murray en la película Lost in translation, un triste martes en el maremoto de animosos jubilados y colegiales.
Cai Guo-Quiang (Quanzhou, 1957) ofrece cuarenta obras realizadas en los últimos veinticinco años: dibujos, proyectos de explosiones, instalaciones y proyectos sociales. De entre las cuales eran conocidos sus dibujos de pólvora sobre papeles fibrosos, sus explosiones para exteriores y, en la vertiente de productor de espectáculos, el pebetero y sendas ceremonias de inauguración y de clausura de los últimos Juegos Olímpicos. El combinado de cultura tradicional china, tácticas revolucionarias maoístas maduradas en Japón –donde vivió entre 1986 y 1995–, taoísmo y budismo, arte internacional y violencia terrorista, con la escultura social de Beuys, los avistamientos extraterrestres y la preocupación por “la comunidad”, a la que el artista pretende vincularse solicitando manos para sus trabajos en cada estancia, son los mimbres para llevar a cabo su juego entre creación y destrucción.
Leer más...Foto: © Palazzo Grassi S.p.A, ORCH orsenigo_chemollo
Que las bienales se han convertido en circos mediáticos y excusa para el llamado turismo cultural es cosa sabida, pero siempre se espera, ¡santa inocencia!, que cada nuevo curador aproveche el escenario, nunca mejor dicho sobre todo hablando de Venecia, para plantear alguna idea. No es el caso. El sueco Daniel Birnbaum se ha hecho el idem para colocarse en una posición de extraordinaria tibieza ideológica. Habría sido deseable por su parte, con la que está cayendo a nivel planetario, algún tipo de esfuerzo conceptual, de análisis de la situación, y una selección de artistas cuya producción entablase algún tipo de debate. Pero no. En su breve texto apunta tres ejes que no dejan de sorprender; en primer lugar la idea de “bricolage”, a continuación la pintura como lenguaje expandido y, por último, una especie de defensa del valor de la poesía como manifestación de una pluralidad simbólica que se enfrentaría al pensamiento único globalizador. Todo ello sintetizado en la frase Hacer mundos, un título premeditadamente engañoso, por que promete pero no da, pues con estos mimbres poco se puede construir.
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