“Palíndromo” Alicia Martín.
Comisario: Sergio Rubira
El DA2 de Salamanca fue presidio antes que centro de arte. La sala central conserva una galería volada a la que se asoman las antiguas celdas. Durante unos meses, durante el tiempo que permanezca abierta la exposición de Alicia Martín (Madrid, 1964), este espacio será vigilado por una escultura suya, un péndulo hecho de libros. La gran bola viene y va entre ese pasillo y otro ámbito que queda en penumbra, y donde se revela un palíndromo, un texto que se lee igual del derecho y del revés. Estas dos obras simétricas, ambas de ida y vuelta, se han producido para la ocasión. Alrededor de ellas se ha montado una peculiar e imprescindible antológica que camufla su condición tras un montaje que seduce desde el primer momento. La artista transita de uno a otro medio sin que nos percatemos: manipulación de objetos, dibujo con grafito, vídeo, animación digital, fotografía, e incluso bronce. La diversidad de registros y modos es cómplice de una constancia en los motivos que nunca resulta reiterativa. El asunto concreto de los libros, que todo el mundo asocia a su trabajo, se llega a intuir como un recurso inagotable. No obstante, es inteligente que el inicio del recorrido no esté monopolizado por ellos. Encontraremos unas salas donde los protagonistas son los “muebles”, en una seca coreografía de la incomunicación. Veremos, por ejemplo, en una esquina, que la pared se engulle un armario. Se produce allí un intercambio entre el volumen escamoteado y una sombra pintada. La pared que secciona éste y otros muebles, sillas usualmente, se convierte en algo parecido a la representación del tiempo, como si el péndulo se detuviera en vuelo, y el juego entre lo inverso y lo idéntico (lo palidrómico) se trasladase a la pareja realidad/representación. Hallaremos también fotografías, como el díptico “Sordos. Mudos. Ciegos” (1999), donde la oscuridad ejerce ese mismo papel de frontera móvil.