Esther Ferrer, Extrañeza, desprecio, dolor y un largo etc., 2013. Colección ”la Caixa” de Arte Contemporáneo © Esther Ferrer, VEGAP, Barcelona, 2019.
Para Dreyer, la emoción estaría indefectiblemente unida a la expresión. Revelada en ésta al margen de las palabras. La puesta en práctica de tal principio lo encontramos del modo más llamativo y perfecto en su Juana de Arco. Los primeros planos de la protagonista (Falconetti), con su cabeza rapada y contra un fondo neutro son emotivos hasta el extremo en tanto que silenciosos. La breve película de Bas Jan Ader de 1971, “I’am too sad to tell you”, tiene cierta semejanza con el cásico de Dreyer. No se puede decir, sin embargo, que las expresiones del holandés sean discretas. Cobran conciencia de su carácter simbólico y de su posible cosificación y codificación. A falta de otros que se presten a ello. El artista se convierte en plañidero de sí mismo. Puede empeñarse es componer sus propias elegías o identificarse con su íntimo fantasma. Así en el caso de Francesca Woodman. No se produce en este caso una manifestación, sino un ocultamiento, convirtiendo la presencia en accidente, y delegando en lo otro, apuntando a lo sublime o lo siniestro. Tal como dice Érika Goyarrola, la emoción se proyecta en “esos lugares que el mismo cuerpo habita”. En cualquiera de los casos, da la impresión de que la expresión u ocultación de las emociones conduzca a territorios atemporales.
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