Toda "historia" alberga en su interior la relación entre lo que sucede y el discurso que lo describe, es decir, entre los acontecimientos y el plano narrativo elegido para darlos a conocer, con sus posicionamientos e intereses. Discurrir sobre estos términos es hacerlo sobre el modo en que los hechos son revelados y, para ello, es necesaria la academia para dar rigor al relato y al contenido del mundo que cada investigación desvela.
En efecto, revisar sus procedimientos y posicionamientos es una labor que conviene realizar continuamente. Además, como explicó E.H. Carr: "El historiador serio es aquel que reconoce el carácter históricamente condicionado de todos los valores, y no quien reclama para sus propios valores una objetividad más allá del alcance de la historia".
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