La vorágine del progreso; ruido de máquinas a pleno funcionamiento, ondas de radio invisibles, olor a plomo escupido por los nuevos vehículos, ferrocarriles atestados y su halo de carbón, la Torre Eiffel, personas que vuelan, fotografías que caracterizan el movimiento. Casi nadie estaba preparado para soportarlo, mucho menos los artistas. El arte de finales del siglo XIX y de principios del XX se podría resumir en el intento de una concepción de lenguajes en situación de explicar la sensación de velocidad. La desconfianza o la adoración hacia los nuevos e incansables aparatos metálicos fundamentaron gran parte de las estrategias creativas de la vanguardia, fomentaron reacciones, pensamientos y una ruptura con la tradición sesgada, de repente, por la Gran Guerra. Fueron días perdidos. Tras la Guerra la necesidad de reconstrucción era de urgencia, de las ruinas debía emerger un nuevo lenguaje que acabase con la posibilidad de una nueva rebelión de las máquinas que había desembocado en el absurdo y la tragedia. Este es un intento: En 1926, el moderno y atrevido artista Karel Teige editó “Abeceda”, un libro en el que la coreógrafa Milca Mayerova, fotografiada por Karel Paspa, formaba con su cuerpo un abecedario pensado por el poeta surrealista Vitezslav Nezval en 1922. Esta reinterpretación del código primario de todo discurso en movimientos constructivistas le sirve a Mabi Revuelta (Bilbao, 1967) para reflexionar sobre las posibilidades expansivas de la semántica, sostén de una investigación que dura más de diez años en torno a la formación del lenguaje, sus posibilidades lúdicas (en exégesis artística) y su uso para la transmisión de lo aprendido.
El desahogo creativo que permite el cuestionamiento de la quietud de los códigos es un hecho lúdico en cualquier caso y así lo entiende Revuelta en la muestra que estas semanas se prologa en el Artium. Desde las primeras piezas de la exposición se intuye que el recorrido de indagación que ha desarrollado en los últimos años la artista se encamina a reconocer en el juguete, artefacto metalingüístico, el punto de encuentro reglado donde las consecuencias de la dilatación son al mismo tiempo azarosas y útiles. Por eso desde “Divertimentos tipográficos” (2010), toda una declaración de intenciones, la tesis funciona como una lectura de conclusiones, una avenida desde la idea y sus consecuencias materializadas en la exageración del acto constructivo en el tablero de juego. Una de las inciertas construcciones de una partida de “House of Cards”, el mítico juego de cartas que se acoplan diseñado por los arquitectos Charles y Ray Earmes, americanos formados en la Bauhaus y que supieron dotar a sus invenciones de algo que entendieron en los métodos de la escuela, la importancia de la pedagogía a través de los juegos, ocupa como instalación gran parte de la sala. Ciento sesenta y cuatro naipes a escala humana que sirven de fortaleza, como un acercamiento al entramado de la diversión. Respetando las reglas, primordial para el entretenimiento, el castillo gigante pretende ser desmontado y resituado, negando la visión única. Las cartas que son reimpresas por Revuelta con imágenes sugerentes para ella, como fotogramas de “El Resplandor” de Kubrick o pedazos derruidos de la Alhambra de Granada, funcionan como una opinión, negando de forma inteligente los discursos del poder establecido. Y es que de eso se trata el juego, de estrategias de conquista bajo unas reglas comunes.
Las posibilidades semánticas que proporciona el hecho de jugar (inseguridad, indiferencia, azar, Duchamp) se convierten en diferentes geometrías, en posibilidades de medición. Es aquí donde Revuelta alcanza sin duda la formalidad acorde con su propuesta. Al reconocer que no se puede obtener una postura predominante que sea capaz de exponerse a lo lúdico, Revuelta comienza a fluctuar en diferentes métodos que no pretenden solución, sino que son expansivos. Sus micronarraciones de “Cuaderno de notas para Geómetra” (2015) o gestos como recubrir en oro aquellas viejas figuras exactas con las que la artista-niña aprendió a dibujar (Sólidos, 2015) son parte de los patrones que engloban Juguetes Irrompibles, un bucle de ficciones que sirven para situar ciertos aspectos de la memoria, o más acertadamente, medir la memoria para hacerla pedagógica. Para un estadio de su investigación, la artista se centra en trece sonajeros de cerámica, invitando al niño que se instruye por contacto a sonarlos, a romperlos. “Juegas con mi corazón como si fuera un corazón de juguete” (2015), una frase de la siempre atenta Lisa Simpson, funciona como metáfora de esa insistencia en el recreo que sobrepasa la diversión para alcanzar una coherencia muy lúcida.
El lenguaje, aquel refugiado en época convulsa, se descubre en la imaginería de Revuelta como un dado; múltiple y juez. De cómo ese lenguaje es capaz de actuar para su comprensión por medio del juego es una reflexión sobre los formatos que permiten su didáctica, su capacidad aleccionadora, extravertida y social. Probablemente por ello a Mabi Revuelta le fascina el “Scrabble”, el archiconocido juego de palabras y, sobre todo, los naipes, donde encuentra una solución visual a todos los impulsos creadores desde las vanguardias. En una ciudad como Vitoria, tan cercana a los mazos y los juegos de cartas, a su estética y producción, era obligatorio que esa actitud de apertura que Revuelta demuestra en sus ideas tomase formalidad. En “PlayTime” (2008-15) la artista ha pensado dos mazos, uno con palabras (Alfabeto), sin reglas, abierto, el otro con desarrollos resueltos por artistas, pedagogos y colectivos artísticos para inspeccionar las posibilidades del juego en términos educativos. El naipe como elemento conciliador, de encuentro y de dispersión, y como demostración, una última mano; Revuelta pide prestada una baraja inglesa del siglo XVIII a la colección Fournier en la que falta el as de picas para reconstruirla (la carta que falta), pide colaboración a Otto Castro, compositor que escribe una pequeña partitura barroca que es interpretada por el grupo Boreas Cámara y cuyos sonidos son transcritos e impresos sobre una nueva baraja, surgente de un naipe desaparecido.