LAST SUPPER II, 2011. Tapiz. Cortesía: el artista, Magnolia Editions (Oakland, California, EUA) y CAAM.
CAAM
LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
Faisal Abdu’ Allah: ¿Quién es ese hombre negro?
«El negro, el moreno, el mulato, el blanco, todos deben mirar la présence africaine a la cara, pronunciar su nombre». Stuart Hall.
El arte de la dislocación es la primera exposición en España de Faisal Abdu’ Allah (Londres, 1969). Comisariada por Bárbaro Martínez-Ruiz, esta muestra itinerante que puede verse hasta finales de mayo en las salas del CAAM y que hizo su primera parada en la Universidad de Stanford en 2011, propone un recorrido a través de dos décadas de producción del artista de origen jamaicano y un acercamiento introspectivo a nuestra propia condición de espectadores prejuiciados. La retrospectiva incluye, entre otras obras, los tempranos dibujos y grabados de 1989, en los que el artista hace un homenaje a la figura del Malcolm X y que relaciona con su despertar político. Las fotografías The Revelations Series (1996) o los tapices Last Supper I y Last Supper II (2011), donde Abdu’ Allah se apropia de la iconografía cristiana para cuestionar las representaciones del mito y revelar su propia “dislocación” cultural: hijo de pentecostales y convertido al Islam en su adultez, inmigrante de segunda generación, etc.; o diferentes series en las que el artista revela un imaginario del trauma y la violencia del racismo en la historia reciente de contextos como la Sudáfrica post-apartheid, Nueva Orleans después del huracán Katrina o los disturbios de Los Ángeles en 1992.
Leer más...Vista de la exposición. Cortesía: MACBA
En unas de las imágenes más célebres de Ciudadano Kane, Orson Welles nos enseñó que la peor vida que se le puede dar a un objeto de arte es hacerlo “eterno” en el interior de una caja de pino. Tal vez por eso los almacenes de los museos y las casas de algunos coleccionistas nos recuerdan a cementerios… Esa sensación se refuerza aún más cuando comprobamos que –se diga lo que se diga– en la esfera estatalista o institucional sigue primando la idea de museo como “máquina de hacer patrimonio”. Y, en el ámbito privado, la idea de colección se sigue asociando –antes que nada– con el deseo de realizar una buena inversión mercantil.
Sin embargo, se quiera o no, las cosas son susceptibles a los cambios. Sobre todo si tenemos en cuenta que la característica más común de todas las crisis profundas se encuentra en su propia capacidad de remover –e incluso destruir– los valores que se creían aceptados. De ahí que la doctrina del pensamiento positivo insista tanto en la farse «una crisis es un oportunidad». Mientras que el realismo pragmático prefiere curarse en salud afirmando que «nada vuelve a ser como antes».
Leer más...ÀNGELS RIBÉ 3 puntos (2), 1972. Colección MACBA. Donación de Dinath de Grandi de Grijalbo. Cortesía: CaixaForum Madrid.
En un país como España, donde cada institución pública y sus respectivos museos compiten por recabar protagonismo y suelen darse la espalda en sus programaciones –poniendo de relieve cómo los partidos políticos que las administran han interiorizado una abusiva concepción patrimonial de la institución frente a su natural carácter de servicio público– resulta ejemplar el acuerdo de colaboración alcanzado en 2010 entre la Fundación "la Caixa" y el MACBA (Museo de Arte Contempráneo de Barcelona) que propicia una gestión conjunta de ambas colecciones.
En tiempos de restricciones presupuestarias, el sentido y el valor de una colección crece, imponiéndose como algo mucho más consistente que un mero fondo patrimonial: la colección impulsa investigaciones, articula discursos temáticos y teóricos que revisan obras y autores en relación para establecer nuevas lecturas. Las colecciones de estas dos instituciones han surgido de iniciativas distintas pero mantienen un perfil complementario, y entre ambas suman un total de 5.500 piezas, que solo de manera rotativa pueden ser exhibidas.
Leer más...Título: La conquista de lo cool
Autor: Thomas Frank
Traducción: Mónica Sumoy y Juan Carlos Castillón
Editorial: Alpha Decay
Ciudad: Barcelona,
Año: 2011.
440 páginas. 25 euros.
Interior, día: una agencia de publicidad recibe el encargo de una de sus cuentas principales, una marca de coches asociada al lujo, cuyos clientes se mueven –por poder adquisitivo, por costumbres– en una franja de edad elevada. La compañía busca rejuvenecerse. No desea ensuciar el diseño, no se permite precios más asequibles; reclama otro aire, y exige una campaña que imprima rebeldía y juventud a su reputación. Imaginemos entonces un brainstrorming y, de repente, la idea quizá de un veterano, más bien de un recién fichado con la lección aprendida. Ese nuevo público al que desean ganar se emociona con la libertad, con la lucha frente a los rancios valores ya establecidos, con la contracultura. ¿Por qué no contar con uno de sus referentes? Fichemos a un actor, a un músico que represente esos valores; sin embargo, no se topan con ninguna figura que mantenga a salvo –y no vulgarice– la ya firme imagen de marca. Recurramos, entonces, al origen: a la semilla del justo lo contrario. Pequemos de intelectualoides, incluso, y no temamos al fuera de contexto.
El párrafo anterior se basa en hechos reales. El anuncio se emitió en televisión en 2008 y sobrevive en Youtube, colgado por un usuario que le encontró la gracia. En él, varios actores con gafas de sol, barba y sombrero –el estilismo capital del hipster– declaman un fragmento de En el camino, la novela referencial del movimiento beat, inmersos en su mini road movie particular. Una treintena de comentarios colean con furia, todavía: «los publicistas ponen el símbolo del dinero en cualquier cosa con tal de vender», afirma un utópico comentarista; «Kerouac [el autor] se revuelve en su tumba», sentencia otro. Quienes añoran esas salvajes décadas que no vivieron condenan su indignación a la afonía, pero –para muchos otros– empresarios y publicistas lograron su objetivo: teñir a BMW de modernidad y polvo del camino.
Leer más...Fountain (Madonna), 1991. Private collection. © Sherrie Levine. Cortesía: Simon Lee Gallery (London), Paula Cooper Gallery (New York) y Whitney Museum of American Art.
El nombre de la retrospectiva de Sherrie Levine en el Whitney Museum, Mayhem (tumulto, pero también matanza execrable, carnicería) me parece perfecto. En una ciudad donde la estrategia menos sutil –como instalar toboganes cruzando las plantas de un museo (Experience, New Museum), exhibir de forma permanente un cocinero haciendo curry (Contemporary Galleries, Moma) o colgar obras en el espacio de una rotonda (Marurizio Cattelan: All, Guggenheim)– tiene como único objetivo atraer a un público agonizante tras largas colas, una exposición como esta, cargada de inesperadas referencias y de reflexiones en absoluto histriónicas, sólo puede resultar violenta.
Es ampliamente conocida la pertenencia de Sherrie Levine a la generación de apropiacionistas que desde finales de los 70 y principios de los 80 reinterpretaron los diferentes modos de entender y, sobre todo, criticar la autoría, los procesos de significación y la importancia de los contextos en la producción de sentido. Las famosas piezas After Walker Evans, After Monet o After Degas que reciben al espectador en la exposición generan ese desconcierto, si acaso ya un tanto atenuado, que acaparó la recepción de esta artista y su posterior consagración ya en los noventa. Algunas series, sin embargo, introducen nuevas ideas como las que reinterpretan a Karl Blossfeldt, aquél fotógrafo de la Nueva Objetividad que encontraba en la naturaleza la secreta lógica del arte tal y como preconizaban los diversos mitos del origen del arte que dominaban la reflexión artística de finales del siglo XIX. Una reinterpretación que cuestiona la naturalización –léase mitificación– del arte y de un sistema artístico que se acepta cortando de raíz toda posible transformación.
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