Instalación, lona y agua, varias dimensiones © Museo de Teruel. Foto: Jorge Escudero.
AMENAZAS, OBSTÁCULOS Y ESTÍMULOS
La exposición de Sergio Prego (San Sebastian, 1969) en el Museo de Teruel, comisariada por Miguel Fernández-Cid, se deja ver desde la calle. El Museo ocupa un palacio del XVI, coronado por una logia. Al levantar la vista hacia ese mirador, se aprecia, tras los arcos de medio punto, una estructura extraña, de aspecto lechoso. Vista desde un lateral, se parece a un intestino, un cilindro hinchado y plegado sobre sí mismo. Como poco es un intruso amenazador. En la fachada del Museo, también se lee un título enigmático: “RANK AMNH”. En un conciso texto, Sergio Prego explica su sentido. Rank alude a un personaje de cómic, el androide Ranxerox, creado en los setenta por Stefano Tamburini, y materializado con la ayuda del dibujante Andrea Pazienza. AMNH son las siglas del Museo de Historia Natural de Nueva York.
RANK y AMNH son los títulos de dos series, de esculturas y dibujos, que encontraremos dentro. Las esculturas está hechas de esferas huecas de plástico, todas iguales, que se articulan de formas diversas. Se parecen a las válvulas que formaban el corazón del androide. Los dibujos copian otros dibujos, obras de artistas a sueldo del museo neoyorkino, y que documentaban expediciones científicas en los años treinta. Estos apuntes botánicos se ocupan de la dicotomía entre espécimen y especie, atienden a las estructuras y, al mismo tiempo a las peculiaridades exactas en que éstas se materializan. Calcos tributarios de otros gestos. La forma de exhibirlos entorpece deliberadamente la visión, y la estimula al tiempo que la estorba. Sólo unos pocos de los dibujos se muestran de modo convencional, como ejemplos. Delante de los demás se tensa una membrana de plástico, alimentada por una corriente de aire. Dibujos de escultor. De un modo literal, podemos decir que los dibujos están detrás de las esculturas.
Las esculturas neumáticas, fabricadas con plásticos traslúcidos, alimentadas por motores, son una de las prácticas que caracterizan a Sergio Prego. Lo que se vislumbrábamos en la logia del Museo, es una de ellas. Una escultura–pasillo transitable que se pudo ver, y recorrer, en otra disposición, en el MUSAC leonés. Al situarla en este mirador, a la experiencia de penetrar en ella, dejándote deglutir, a través de una ranura, se acompaña la experiencia de contemplar desde él (entorpecidos por el plástico) las torres de la ciudad. Ello nos devuelve al problema que se planteaba en la serie AMNH al complicar y estimular a un tiempo la contemplación de los dibujos. En su “Ver y no ver”, Stoichita alude a los estorbos y mediaciones para la visión que preocupaban a los impresionistas, desde una nube de humo al abanico de Berthe Morrisot retratada por Manet. Sergio Prego convierte al mecanismo de la visión en espectáculo, haciendo que el ‘mirador’ se vea infestado por una especie de tumor habitable. Nos permite a los visitantes percibirnos o imaginarnos tanto dentro como fuera.
Hay un conjunto de excelentes esculturas, todas muy recientes, ocupando una sala de la planta baja, tubos de plástico negro rellenos ahora de agua, un material oculto, pero que resulta ser la causa de estas formas. Esto enlaza sutilmente con los dibujos botánicos (con esa "compleja estructura interna que gobierna y ordena el organismo vegetal", de la que habla Sergio Prego). Las esculturas hinchables no son un invento de este artista, obviamente. Podemos recordar las de Ponsatí en el contexto de conceptualismo catalán temprano. Tampoco es nuevo que se nos invite a ser devorados por una escultura. La elección de estos recursos implica una decisión consciente y un modelo de relación con el espectador muy peculiar, pero alejado aquí de caprichos o ingenuidades. También recoge las lecciones de Bruce Nauman. El hombre sigue siendo la medida de las cosas, pero las cosas pueden ser las herederas del hombre. Como el corazón hecho de válvulas del androide, sus espacios son prótesis o máquinas de emulación orgánica. A Sergio Prego le impresiona, de todos modos, el final romántico y punk de Ranxerox, que se arranca su corazón mecánico víctima del desamor.