Revista digital de cultura
y arte contemporáneo

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martes, 13 de febrero de 2018

José Iges: Sonido Visible

Galería Freijo. Madrid
Por: Alicia Murría
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Aunque infrecuente, ya no es extraño que una galería se ocupe de la producción sonora, como tampoco lo es que a un artista proveniente de este campo se le abran –aunque lentamente- las puertas de espacios dedicados a las artes visuales, y me refiero tanto a salas de exposiciones como a museos.

En esta línea de apertura a propuestas que todavía no son todo lo habituales que nos gustaría se sitúa la Galería Freijo, que está demostrando regirse por parámetros inteligentemente personales y alejados de lo que podría denominarse el mercado ‘puro y duro’.

 

José Iges (Madrid, 1951) es una personalidad compleja, Artista del ámbito sonoro, en su más amplia acepción, ha buceado en campos relacionados con lo visual, o por decirlo con mayor exactitud, en la intersección entre ambos. Compositor, con un trabajo experimental, que se ha adentrado en la creación del radioarte y en los territorios de la acción y de la performance –trabajos en ocasiones compartidos con Concha Jerez-, posee un amplio conocimiento de la producción de las vanguardias del siglo XX, y su genealogía artística se nutre de Fluxus o de autores como John Cage. Iges se ha dedicado también a la producción teórica –imprescindible su libro “Conferencias sobre arte sonoro, que publicó el pasado año- o al comisariado, donde ha producido algunas de las más importantes exposiciones realizadas en España sobre arte sonoro internacional, A ello se suma el trabajo al frente del excepcional programa radiofónico Ars Sonora entre 1985 y 2008. Con esta densa trayectoria, el artista madrileño se presenta por vez primera en una muestra individual que nos ofrece algunas de sus facetas y da la medida de la amplitud de su producción, donde las técnicas apropiacionista y la idea de collage –de géneros, de medios y de recursos conceptuales–, adquiere una inusual riqueza. Iges, además de ingeniero es doctor en Ciencias de la Información, dato éste importante a la hora de explicar cómo algunas de sus obras, planteadas desde una perspectiva aceradamente crítica, tienen a los medios de comunicación como protagonistas.

“Sonido visible” nos recibe con una videoinstalación intermedia “One+One Hundred”, donde despliega diarios de diferentes fechas que atraviesan los acontecimientos políticos de las últimas décadas, mientras vemos al propio Iges componiendo peculiares autorretratos a modo de biografía personal y política. Mientras, se suceden imágenes de sus manos que colocan sobre diversos diarios la palabra ONE, y, en un homenaje a Robert Filiou –y a su “Autoportrait bien fait, mal fait, pas fait” (1973)-, el propio autor se presenta con un sombrero de papel de periódico.

Frente a esta pieza, dos monitores reúnen una docena de vidoacciones que, llevadas a cabo en diferentes momentos en directo, han sido grabadas ahora para ser mostradas como un corpus de una práctica que ha sido y es página importante de su obra, y que se han agrupado en dos bloques: “Buscando el infinito” y “El jardín de Cage”. Esta fusión de lo sonoro y lo visual tiene origen en una selección de obras sonoras que forman parte de “Dedicatorias” (2013-2015) –editadas en un CD producido por el sello World Edition en Colonia, que dirige la compositora María de Alvear–, piezas estas que han sido realizadas, como señalábamos, en vivo, y que José Iges denomina presen-acciones, una mixtura de conferencias, audiciones y performances, que ha llevado a cabo en diferentes países -memorable la realizada el pasado año en el Goethe Institut, de Madrid-y que han sido filmados ahora para esta exposición.

Otros dos bloque conforman la muestra, de un lado una serie de partituras que asumen su visualidad de manera eficaz, testimonios del trabajo realizado para materializarse junto a instrumentistas y voces relevantes -como Esperaza Abad, caso de “La Isla de las mujeres” (1996)-. Aquí se presentan además las piezas “Autoritratto”, “Seven Minutes Desert”, “Cristal II”, “Azzione-Reazione” y “Gestos”. Por último, hay que detenerse en “Dylan in Between”, pieza estereofónica de 2001, que recoge los ruidos residuales producidos por la aguja de un tocadiscos que se podían escuchar entre canción y canción de diversos LP’s de Bob Dylan, cuya duración –homenaje a Cage– es de 4’33’. Esta pieza ha generado otras, llamémosles, prolongaciones objetuales: la representación gráfica de su forma de onda, o la edición limitada de un vinilo traslúcido con la obra y un CD donde el artista invita al usuario a “ocupar” la cara grabable con un fichero de audio de 4’33’’, a través del mismo método utilizado por el autor, para que cree de ese modo su propia pieza.

En conjunto “Sonido visible” nos coloca ante un artista polifacético y refinado, cuyas piezas se tiñen con frecuencia de ironía, y en cuya producción aparece de forma inteligente la crítica de la cultura contemporánea y el papel que asume el artista en nuestros días. No se la pierdan.

Abierta hasta el 3 de marzo.

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