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martes, 5 de junio de 2018

Hicham Gardaf. "La pelouse est mon dernier refuge"

Galerie Delacroix. Tánger
Por: Alejandro Ratia
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Las afueras son un territorio poético y político. Pasolini situó la acción de sus “Muchachos de la calle” en el anillo que rodeaba Roma y que servía de confusa frontera entre la ciudad y la campiña. En una de las escenas de “Accattone”, un edificio aislado, huérfano, adelanta hacia el espectador una pared sin puertas o ventanas, que paradójicamente parece observar la escena que se desarrolla a sus pies. Las viejas ciudades, amuralladas y dotadas de puertas, se ven trascendidas y los límites transformados en un espacio confuso, donde las nuevas construcciones compiten con las ruinas, las promociones pendientes de entregar, conviven con los habitáculos precarios que ocupan los desheredados, arquitecturas agrarias o industriales fuera de uso, proyectos urbanísticos fracasados. Los fenómenos que pudieron darse en Italia o España durante el desarrollismo, se reproducen en ciudades como Tánger, cuya economía se asegura que crece en porcentajes inauditos de dos dígitos, atrayendo hacia ella un flujo migratorio difícil de controlar e invitando a la especulación inmobiliaria galopante. A ello se une en Marruecos cierta tendencia a instalarse en la precariedad, en edificios que quedan sin afinarse en sus detalles, o la desafección del emigrante, llegado de un entorno rural, por un lugar que no es el suyo exactamente, por una identidad que encuentra difícilmente un asidero.

 

Estos territorios fronterizos, estos paisajes cambiantes son el campo de trabajo actual de Hicham Gardaf, fotógrafo nacido en Tánger en 1989, y que vive y trabaja a caballo entre su ciudad natal y Londres. Son varios los proyectos en marcha a este respecto: “Intersections”, “Provisional Structures”, “The Red Square”. Una exposición ambiciosa, en la Galerie Delacroix del Institut Français de Tánger, revisa estos trabajos con criterio tan afinado como enigmático, porque, tratándose de un fotógrafo a quien ha caracterizado su interés por lo humano –demostrado en sus “Tangier diaries” (serie de 2010), que fue una notable galería de retratos–, elude en este caso a las personas, ofreciéndonos desnudas las arquitecturas de la periferia tangerina, los habitáculos provisionales de los desclasados. Si hablásemos del trabajo de un naturalista, nos referiríamos a un estudio indirecto a través de las mudas abandonadas, o de las conchas que los encierran. A este respecto, dos de la fotografías son significativas, en una, se observa un bulto verde en un parque, donde se supone que se esconde un vagabundo, en otra, en blanco y negro, vemos un cartón “antropomorfo” que queda sobre la hierba, lecho abandonado por un sin techo. También son representativas estas fotografías del uso alternativo, y paralelo, del color y el blanco y negro en Hicham Gardaf. Se plantea, por un lado, un testimonio objetivo aunque fascinado (en color), y por otro, una radiografía metafísica o alienada de esa misma realidad (en blanco y negro).
El título de la exposición, “La pelouse est mon dernier refuge”, se puede traducir como que la hierba es mi último refugio. Se alude así a un “fuera de campo”. Las manchas verdes que el azar (o el caos) ha respetado entre los edificios se convierten en espacios para la gente, donde las familias tangerinas montan su picnic o donde juegan los niños. Un último y paradójico refugio en el exterior, los residuos de una naturaleza esquilmada que ofrecen un cierto abrigo emocional. Esta ocupación de los descampados es lo que no se nos enseña, el ruido alternativo a estas imágenes silenciosas.

Edésio Fernandes, urbanista y abogado brasileño afincado en Londres como Gardaf, ha escrito un el texto introductorio de la exposición. Y hace en él un buen resumen del propósito del fotógrafo. Se trata de fijar un hogar en un contexto de metamorfosis perpetua. Precariedad a la que conduce, nos dice Fernandes, “un modelo de fragmentación especial, de impacto medioambiental, de ineficacia económica y de administración irracional”. En este contexto la obra de Gardaf impacta por el hallazgo, en este contexto hostil, de una extraña dramaturgia.

Hasta el 16 de junio. 

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