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lunes, 23 de noviembre de 2009

Heineken Greenspace: Espectáculo de variedades

Por: Bruno Reis
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Si atendemos al ecléctico menú que la organización de este festival nos reservó para el primer día el Circo Price era sin duda el lugar idóneo para su realización, y no precisamente por sus condiciones acústicas. Fue un espectáculo de variedades en toda regla, donde el único hilo conductor entre los grupos fue la rememoración del cancionero americano.

 

En primer lugar, destacó por exceso la línea neo-folk tan en boga en los últimos años. Quienes mejor dieron muestra de ello fueron los The Duke & The King con la presentación de su último álbum Nothing Gold Can Stay, cuyo directo pone en evidencia que no es más que una amalgama fallida de clichés, un producto enlatado hecho por encargo. La suma de una voz pop y frágil (más bien ñoña), los coros harmónicos hippies (con discurso políticamente correcto incluido), el soul vocal (que recuerda las madrugadas comerciales de la BET on Jazz), el violín emocional (para eso estaría bien volver a recuperar a los Levellers!) los convierte en una formula más.

A continuación el peculiar singer-songwriter de Memphis Micah P. Hinson, quien despertó una expectativa desmedida al anunciar su actuación junto a la banda zaragozana Tachenko. Sorprendente eso si por su solidez, teniendo en cuenta que comenzaron a ensayar tan sólo una semana antes del show. El concierto empezó con una declaración de intenciones con la excepcional versión del clásico This Old Guitar de John Denver. Con sentido del humor, fue introduciendo versiones que acaba de sacar en su All Dressed Up and Smelling of Strangers. Maravillosa, eso sí, la sesión de Jukebox y la, tan bizarra como bella, versión surf rock de la música de Gremlins y la country Yard of Blonde Girls (canción de las hermanas Audrey Clark y Lori Kramer inmortalizada por Jeff Buckley). Servido y comido el plato de homenajes a sus ídolos era hora de que Hinson desarrollara su propio repertorio, pero lo cierto es que suyos sólo tocó tres temas.

La primera noche acabó con Black Joe Lewis & The Honeybears. Derroche de energía en estado puro, con una sesión de metales como Dios manda. Quedó claro, una vez más, que el loop frenético nació en la música negra y en las gargantas de tantos jóvenes como Lewis que siguen dando eco a los evangelios del reverendo James Brown, aleluya!

El cartel del segundo día comenzó con el atlas sonoro de Bradford James Cox, que enseñó al público un poco de psicodelia low-fi, poco coherente con su interesante proyecto de Atlanta, los Deerhunter. A pesar de ello hay que abonarle sus virtudes a la hora de construir mundos oníricos con apenas una guitarra acústica y unos cuantos pedales. En este sentido, sonaban muy bien sus dos piezas estelares: Walkabout y Shelia, lastimosamente corroídas por el incesante ruido de fondo provocado por un público que se negó ha entrar “en el viaje” propuesto por Cox. Un público, por cierto, que aguardaba con ansias el sonido fácil y hasta pueril de una de las bandas sensación del momento: The Pains of Being Pure at Heart. Con ellos resultaba inevitable sentirse en un baile fin de curso de instituto americano, tal cual se ve en las películas de adolescentes. Una formación con jovenzuelos metódicamente alineados en el escenario, donde no podía faltar el teclado y los coros a cargo de una chica de candidez fabricada. El directo, un poco más sucio y agresivo, dejó claro que su sonido primario y básico, así como las estrofas desafinadas del vocalista, pasan con disimulo en las grabaciones gracias a los paños tibios de la producción. Un concierto ochentero de noise pop que muestra las intenciones wannabe de The Smiths y The Cure. De la mezcla entre actitud y líricas adolescentes se construye su música empática, donde el estribillo es la canción en sí misma. No es de extrañar que la devoción del público venga de un revival emocional más que estético, antes que recordar su etapa adolescente el público, mayoritariamente treintañero, parecía estar en ella cuando gritaba a pleno pulmón himnos poperos cargados de falsa vindicación existencialista. Volví a casa pensado si no estaré yo demasiado viejo…

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