A la espera de la gran exposición que le va a dedicar el Reina Sofía a la artista, con motivo de la concesión del Premio Nacional de Artes Plásticas en 2014, el Centro de Arte Tomás y Valiente presenta esta individual que ha comisariado Margarita de Aizpuru, titulada Entre líneas y cosas.
El reto que plantea el CEART no es sencillo a la hora de establecer un buen diálogo con el espacio, pero Ferrer (San Sebastián, 1937) ha sido capaz de trasformar el lugar, hacerlo suyo, viable, como si se adaptase a sus obras y no estas a él, de tal modo que lo hace casi irreconocible.
Esther Ferrer es una rara avis en nuestro panorama artístico. Pionera del arte conceptual su obra se ha desarrollado en el ámbito de la performance, las acciones, las instalaciones, el dibujo, la fotografía o el arte radiofónico. Para Ferrer la relación con el espacio y el tiempo ha sido eje fundamental, sin dejar de lado la utilización de los objetos cotidianos y los elementos mínimos e insignificantes que reutiliza, reubica y dota de nuevos significados.
Una de las virtudes de esta exposición, que no son pocas, es la de ofrecer una importante diversidad de sus modos de trabajar. Desde los objetos cotidianos que utiliza para dotarlos de sentidos paradójicos a través de su descontextualización, para, digamos, resemantizarlos, Y en la exposición aparecen un buen numero de esas piezas que ponen en primer plano las posibilidades que ofrece el repertorio de objetos cotidianos cuando convergen en fricción entre ellos, arrastrando connotaciones extraordinariamente abiertas, y poniendo en marcha los mecanismos de la imaginación del espectador. Y así podemos encontrar ecos brossianos y herencias de un surrealismo, más o menos, “clásico”.
Pero la gran instalación que abre la muestra, creada expresamente para este espacio, busca remover las tripas del visitante, pues aborda una de las realidades más duras en las que estamos inmersos y que azota a todo tipo de sociedades, incluidas las que se denominan como ‘desarrolladas’. Ferrer da corporeidad al asesinato de mujeres por parte de hombres, novios, amantes o maridos, que el patriarcado ha moldeado en el abuso y el dominio hasta sus últimas y más trágicas consecuencias. Una hilera de sillas vacías emerge a considerable altura del muro y, como una serpiente, recorre el espacio para culminar en una representación femenina encarnada en un solitario maniquí. La cifra de sillas simboliza el número de mujeres asesinadas en nuestro país durante el pasado año.
La artista, que en ocasiones se ha definido como “correa de transmisión” de los problemas que nos afectan, demuestra una radical amplitud de registros. Un buen número de las piezas e instalaciones que integran esta exposición tienen a la línea como protagonista dando materialidad a juegos de intensas resonancias musicales y que evidencian su interés por la matemática del espacio y el tiempo. Sutiles materializaciones a través de la línea que dibuja universos que protagoniza una geometría que se tiñe de emoción, y donde la idea de “lo bello” tan devaluada hoy en las prácticas artísticas, emerge sin tener que justificarse.
Ferrer pone en evidencia que la práctica conceptual, de la que ha sido pionera desde sus comienzos en los años sesenta, y su herencia, “permite” una, llamémosle, flexibilidad que la aleja de la severidad y adustez con las cuales y con frecuencia se le identifica. La ironía, la sorna, la socarronería son herramientas que le son muy “queridas” a la artista. Incluso algo que podríamos denominar como “alegría de vivir” asoma en no pocas obras suyas. Esa mirada planea de manera especial en la última de las instalaciones (título) donde la sala aparece atravesada por hilos de colores que fuerzan en recorrida y que culminan en los muros con pinceladas también colores. Descrita así la experiencia de este singular espacio queda, desde luego, anulada pero transitarla es experimentar un universo, el que nos plantea la artista, pleno de explosiva sensualidad.
Estamos ante una estupenda exposición por la que también hay que felicitar a Margarita de Aizpuru, gran conocedora de la obra de Ferrer, así como destacar el excelente trabajo en el diseño del montaje, que ha corrido a cargo del equipo Leona.