La rehabilitación de antiguos edificios industriales y su utilización como espacios para la cultura es un hecho cada vez más habitual; suele enmarcarse en ambiciosos proyectos de reconversión urbanística de áreas infrautilizadas, o en desuso, que el crecimiento de las ciudades ha resituado como zonas cada vez más céntricas y accesibles. Londres, Bilbao, Barcelona o Buenos Aires han transformado en lujosos barrios áreas semi abandonadas que en otro tiempo ocuparon fábricas y almacenes, y donde abundan esos magníficos edificios cuyas estructuras arquitectónicas de imponentes naves pasan a convertirse en excelentes lugares para las actuales prácticas artísticas y sus muy diversas manifestaciones.
La ciudad de Medellín ha seguido esta corriente rehabilitadora y ha creado un nuevo contenedor para el ya, relativamente, veterano MAMM. Los antiguos Talleres Robledo de la Ciudad del Río, construidos en 1939 para albergar una empresa siderúrgica, se han convertido, desde hace unos pocos meses, en un atractivo centro de arte que cuenta con una amplia sala como eje central, de 720 m² de superficie y 15 m. de altura, y otras dos laterales, con 220 m² y 280 m² respectivamente, así como otros dos pequeños espacios destinados a proyectos especiales, que permiten una utilización versátil del espacio.
El Museo de Arte Moderno de Medellín se fundó en 1978 gracias al impulso de un sector ciudadano –arquitectos, gestores, artistas e intelectuales– decidido a potenciar la atención por el arte contemporáneo que las recientes Bienales de Arte celebradas en Medellín habían propiciado, y durante estas tres décadas ha ocupado un relativamente pequeño edificio en el barrio Carlos E. Restrepo que linda con la Universidad de Medellín. En estos treinta años el MAMM ha creado un fondo de más de 5.000 obras, entre las que destaca el importante legado de la pintora Débora Arango (1907-2005), figura mayor del arte colombiano y artista cuya obra radicalmente personal está impregnada de una vitriólica mirada a su época, y en cuyos lienzos y dibujos traza una aguda crítica a la situación de las mujeres y la represión tanto política como la que arraiga en los comportamientos cotidianos.
Si la antigua sede sigue atesorando la colección, el nuevo espacio es un centro de exposiciones temporales volcado en acoger una programación dinámica donde la captación de nuevos públicos, especialmente los más jóvenes, es uno de sus objetivos. Cuenta con un equipo también joven cuya dirección encabeza Juliana Restrepo, y cuyo curador jefe es Óscar Roldán.
En noviembre de 2009 el nuevo centro desarrolló, a lo largo de todo el mes, una frenética programación inaugural con actividades y exposiciones que buscaban presentar el nuevo espacio y conectarlo con la ciudadanía, una de cuyas exposiciones fue 2009 Acciones de E-cosecha, que llevó a cabo el colectivo de arquitectos Qenep y Oficina Informal, que consistió en el despliegue de 2009 bolsas, que también cumplían la función de asientos, en cuyo interior había tierra y semillas de diferentes especies autóctonas que los visitantes podían llevarse y plantar formando de este modo parte activa de un proyecto ecológico colaborativo.
Tras una amplia muestra dedicada al artista Jan Fabre, se presenta ahora la exposición Crónica. 1995/2005 en la colección Juan Gallo, un recorrido, con obra fotográfica, vídeo y pintura, por el arte reciente en Colombia. En la programación de los próximos meses se dedicaran sendas exposiciones a Débora Arango y a Doris Salcedo. Y para 2011 está prevista la ampliación de este edificio con un anexo que lo dotará con nuevas salas que acogerán exposiciones temporales y muestras rotatorias de la colección así como un espacio de almacenes que vendrá a completar los actuales servicios del museo, como su área didáctica, su tienda –volcada al diseño actual– y los espacios dedicados a talleres, reuniones y conferencias.
El MAMM busca convertirse en un espacio de referencia del arte actual además de jugar un importante papel en el giro acometido por la ciudad de Medellín, que aspira a borrar un pasado, no lejano, de violencia ligada al narcotráfico, mediante ambiciosas actuaciones urbanísticas y de ingeniería, como el metrocable, que ha comunicado áreas tan deprimidas como inaccesibles con el centro de la ciudad, y políticas culturales que buscan la integración social de las áreas urbanas menos favorecidas.