Quizás una de las grandes virtudes de Cosmopoética es su capacidad para crear intrahistorias a pie de calle, pasillos entre la alta cultura y los ciudadanos que se entrecruzan como enredaderas salvajes hasta formar un tupido manto invisible de vivencias, encuentros, sonrisas y descubrimientos. El Festival Internacional de Poesía de Córdoba, uno de los más importantes de Europa en su género, además de fomentar la lectura y expandir hasta confines insospechados el conocimiento, convierte la ciudad durante diez días en un verdadero enclave para el diálogo, territorio compartido donde diferentes disciplinas expresivas se solapan para calar con naturalidad la dermis metropolitana y el pulso cotidiano de sus habitantes.
En ese sentido, probablemente una de las experiencias más llamativas de esta séptima edición ha sido El jardín de la inocencia, una gran obra conjunta desarrollada por cuatro pintores y doce poetas1, que ha convertido un céntrico espacio público en un original oasis de sinestesias donde conviven lo literario y lo pictórico.
El lugar elegido por Miguel Gómez Losada, precursor de la convocatoria, son unos extensos muros pintados de negro zaino a la entrada del antiguo Palacio de Orive, paredes en negativo que logran crear un ambiente tan extraño como envolvente. El nexo de unión entre los artistas participantes es que todos trabajan con motivos vegetales, un leitmotiv con muchas lecturas que relaciona las impresiones que se desprenden del paisaje silvestre con cierto bucolismo casi desaparecido de los entornos urbanos, una aproximación respetuosa a la Naturaleza entendida como sitio de remanso, esparcimiento y reflexión. En este vergel utópico destacan dos testeros enfrentados. El principal ha sido ocupado por un mural realizado al alimón entre Maria José Gallardo y Felipe Ortega Regalado, un diseño que asemeja un altar votivo presidido por una especie de tótem de la fertilidad. El panel cuenta con detalles agraciados como la Diana de Versalles o la meticulosidad cascabeleada del punto de cruz, pero adolece en exceso de rigidez y focaliza demasiado la atención, un remanente que debía haberse evitado si lo que se pretendía era concebir una atmósfera general evocativa.
Por contra, el espacio intervenido por Patricio Cabrera y Gómez Losada es dinámico y zigzagueante. Al no existir jerarquías sobre lo planteado en la pared, ni se dirige la mirada ni se condiciona al espectador, que inventa su propia ruta recreándose en los pormenores que estima más sugerentes. Tanto los continuos entrantes y salientes de Cabrera, como sus recortes imaginarios hacia dimensiones fantásticas y desconocidas, son excelentes. El óculo con la cascada, por ejemplo, es sencillamente maravilloso. El diálogo que se establece entre los discursos de ambos –aun siendo planteamientos muy distintos– es complementario. La postal nocturna diseñada por Gómez Losada (aprovechando una lámpara como improvisada luna) es delicada y silente. Está pensada como un ciclorama que, a modo de telón de fondo, intenta desplegar una pátina vaporosa antes que definir elementos concretos. Los versos caligrafiados sobre los muros, que son cortos e insinuantes, salpican los rincones de la explanada. De los más hermosos, este de Eduardo Chivite: «Donde miro hay árboles /Me recuerdan a ti».
La literatura y la pintura, dos disciplinas líricas capaces de inspirar fantasía y emoción, facilitan al público resortes que le despiertan inquietudes personales a través de fabulaciones ajenas. La intención de los participantes es despabilar en el paseante esa memoria afectiva. Como escribe Juan Ramón Jiménez al observar un pequeño gesto una mañana en su patio: «Pasaste por el jardín,/y tu mano, por jugar,/ distraída,/ me arrancó un sentimiento. Justo lo que procura El jardín de la inocencia; avivar, con sutileza y sencillez, sentimientos escondidos»2.
1. Artistas: Miguel Gómez Losada, Patricio Cabrera, María José Gallardo y Felipe Ortega Regalado. Poetas: Elena Medel, Alejandra Vanessa, Pablo García Casado, Nacho Montoto, Joaquín Pérez Azaustre, José Luis Rey, Rafael Antúnez, Eduardo Chivite, Juan A. Bernier.
2. Jiménez, Juan Ramón. Eternidades. Editorial Visor. Madrid, 2007. P. 147.