Vista de la exposición. Cortesía: galería Moisés Pérez de Albéniz
La actual muestra que Ana Laura Aláez tiene en la Galería Moisés Pérez de Albéniz, de Madrid, posee en el texto escrito por la artista (algo así como una sincera confesión profesional y personal que ofrece no pocas claves para mejor comprender su trabajo desde los primeros años de la década de los noventa hasta el presente) una de las más inteligentes y entrañables obras de las que consta la exposición. Es más: considero que este trabajo (para ser leído y pensar sobre él) es la piedra angular en la que pivota gran parte de estas últimas obras, luego de cinco años de no exponer en Madrid, en la que se recordará vimos, en la Galería Soledad Lorenzo, la extraordinaria serie de las cazadoras de cuero “crucificadas”, también expuestas poco antes en el MUSAC de León.
“Impostura” es el título otorgado por ALA a la muestra en sí misma, y que también comparte el mismo rótulo para el análisis escrito por ella y al que ya hemos hecho referencia. Es decir: “Impostura” es el nombre dado a esa obra que no lo parece -un texto entreverado de numerosas y muy explicativas citas de escritores u artistas, no necesariamente “plásticos”, que también, pues las referencias musicales (Patti Smith, Marc Almond, Sex Pistols, Lou Reed…) son numerosas y muy bien engazadas en su propia y apasionada confesión, artística y vital. Haciendo referencia a un comentario de Borges sobre Oscar Wilde escribe ALA: «Ese pulso de si gana lo estético o lo poético, está latente en cada obra de arte. El adjetivo ‘decorativo’ es el auténtico terror, de lo que huyen los artistas despavoridos. Hay una expresión que define muy bien este pánico, ‘it’s too much’. No, nunca es demasiado. La estructura, el color y la forma son la base». Voy a transcribir dos comentarios más de la artista pues me parecen esenciales para mejor situarnos en el análisis crítico de esta muestra. Uno dice: «La suma de lo innecesario puede dar con lo imprescindible». Otro: «No es únicamente el contenido lo que define una obra, también es un modo de ver». Con total sinceridad: uno no está demasiado acostumbrado a que sean las ideas escritas de los artistas las que pauten una posterior interpretación de lo visto, de ahí la importancia de la iluminación (y aprovechamiento teórico) de estas citas tan oportunas.
“Impostura” es algo más, o mucho más, que una diseminación de objetos artísticos en un espacio dado, pues si únicamente nos quedásemos con esta ‘ofrenda visual’ estaríamos anulando, o no siendo conscientes de ello, otras realidades artísticas y estéticas (precisamente las que la artista, curándose en salud, ha sabido reflejar muy bien a través de la escritura) que si bien confluyen, en mayor o menor medida en las obras expuestas, su ‘razón de ser’ obedece a otros supuestos y presupuestos, no siempre ‘artísticos’, pues la propia trayectoria existencial de ALA está presente de una forma u otra, comenzando por el propio título (“Impostura”) que hace referencia al desajuste, o ‘descolocamiento’, con que su obra fue ‘leída’ en los noventa, y con respecto a las insalvables diferencias que su trabajo mantenía con la producción objetual de la entonces conocida como ‘Joven Escultura Vasca’. Pero este dato (ya ‘histórico’) poco ha de importarnos en el presente, toda vez que la propia artista, y con una perseverancia admirable, ha sabido ensanchar y dilatar (y sin jamás abandonarlos) los postmodernos y falsamente ‘frívolos’ (de hecho eran muy serios) paradigmas utilizados al inicio de su carrera. De hecho, en esta muestra hay una obra (“Perseverancia”) que ilustra perfectamente lo expresado en este párrafo. Dos botas negras de caña alta desde las cuales se elevan, ‘brancusianamente’, dos larguísimas medias de rejilla roja, a través de las cuales la artista parece decirnos: soy más sofisticada y más inteligente y madura, pero sigo siendo la misma chica divertida y lúcida de antaño.
Esta muestra no sería la misma, o sería otra muy diferente, si en ella no tuviéramos la oportunidad de contemplar el grupo de obras, y que también pueden ser interpretadas como una instalación, titulada “Trayectoria” (ningún título es inocente, y en esta muestra están seleccionados casi con rigor filológico). “Trayectoria” son cuatro esculturas colgantes, o ‘colgadas’ en su aceptación más narrativamente dramática, realizadas en chapa de aluminio, y que también son cuatro bellísimos lienzos ‘zurbaranescos’ (pliegues y repliegues de grave y adusto sayo monacal) donde la artista se diría que ha llevado hasta un punto de no retorno la dialéctica enfrentada entre lo estético y lo poético, dejando que sea la propia condición ‘decorativa’ quien decida (y si ello fuera posible) cuándo y cómo se ha de hacer el último pliegue, que al igual que un sofisticado nudo marino nos posibilitará, al mismo tiempo que nos traba y anuda, el recurso de una liberación (o devastación) de perspectivas, siendo no menos magnífica la manera con que ALA ha sabido diferenciar el contenido de estos trabajos, unidos por una misma cadencia organizativa (pliegues, que no sombras, nada más…), de la manera (o ‘maniera’ incluso) con que exigen ser ‘mirados’. Contemplando “Trayectoria” entendemos mucho mejor las palabras ya citadas de la artista: «La suma de lo innecesario puede dar con los imprescindible». Una muestra, para finalizar, que me ha parecido tan ‘espectacular’ e inteligente, como muy bella y ‘trágica’. Gran creadora Ana Laura Aláez.