Martin Parr. Hebden Bridge, 1975-1980 © Martin Parr / Magnum Photos.
Aunque parezca hoy sorprendente recordarlo, Inglaterra en los años sesenta del siglo pasado era un lugar anticuado en cuestiones fotográficas si lo comparamos por ejemplo con Estados Unidos o Francia por esa misma época. Siendo uno de los países pioneros de este nuevo lenguaje y una de las naciones que más adeptos despertó desde muy pronto, después de la Segunda Guerra Mundial el gusto oficial seguía estando más cercano al amaneramiento pictorialista derivado de Julia Margaret Cameron que al atrevimiento y la espontaneidad de Garry Winogrand, precursor de la street photography. Quizás por eso no es extraño pensar el impacto que supuso para un joven de provincias como Martin Parr (Epsom, Reino Unido, 1952) asistir en directo a las exposiciones de Bill Brandt y Henri Cartier-Bresson que se celebraron respectivamente en Londres durante 1969. Para un adolescente ávido que sólo había visto imágenes de autores como Lee Friedlander en la revista Creative Camera a la que se suscribió en el instituto, aquello más que un acontecimiento emocionante significó un verdadero punto de inflexión que marcaría un rumbo a seguir, que no era otro que el de enfrentarse a la realidad con desparpajo y naturalidad buscando en lo cotidiano las huellas de la gente común.
Leer más...Luis Gordillo “Firmamentos interiores B” (XXL/XXI – 2010). Cortesía de Artium.
En 1856, Edward Burnett Tylor coincidió con Henry Christy a bordo de un autobús en La Habana. Tylor, inglés, había estado recorriendo Estados Unidos en los últimos meses y aquel encuentro lo animó a adentrarse en los entresijos de la más grande de las Antillas Mayores. Después de Cuba partieron a México donde se dejaron fascinar por todo aquello que conformaba el paisaje cultural; mosquitos, calaveras, mercados, piratas y flores. Mesas, vasijas, acentos y terremotos. El diario de viaje fue publicado por Tylor en 1861 en forma de relato trepidante sobre la complejidad de una cultura, de cómo una misma práctica ocurrida en el mismo lugar y momento pueda desencadenar una nube de anacronismos, un presente y un pasado transversal. Es la crónica de un asombro constante, un vértigo temporal expresado en un hecho difícil de asimilar, y es que el presente está tejido de múltiples pasados. “Anahuac” es la demostración de que el etnólogo, como el artista, debe hacerse historiador de cada una de sus propias observaciones.
Leer más...Alberto Carneiro. Os bambus, 2009-2013
INTERCAMBIO PERPETUO
Sala de Exposiciones de la Diputación de Huesca.
Se cumplen veinte años desde que naciera el proyecto “Arte y Naturaleza”, con una intervención de Richard Long junto a una de las cimas míticas del Pirineo, la Madaleta. Los espacios naturales de la provincia oscense y la sala subterránea de la Diputación, en la capital, fueron sus escenarios alternantes hasta que se inauguró el CDAN en 2006. El proyecto regresa ahora a su sede original, la de la Diputación, en un momento en que el CDAN ha dejado de ser aquello que fue bajo la dirección de Teresa Luesma, y se arrastra con una programación sin ambiciones ni norte teórico. La exposición del aniversario ha querido recuperar a dos de los protagonistas del ciclo, Alberto Carneiro y Fernando Casás, que forman un dúo excelente, complementario y cómplice. Las comisarias responsables de este encuentro han sido María Pallás y Catarina Rosendo.
Leer más...Reporters with borders, 2007. Espacio Fundación Telefónica.
Fundación Teléfonica – Abstracción Biométrica
Galería Max Estrella – Polímeros
Coinciden en Madrid dos exposiciones de Rafael Lozano-Hemmer (1967, México DF): Polímeros en la Galería Max Estrella y Abstracción biométrica en Fundación Telefónica, esta última comisariada por Kathleen Forde, y proveniente del Borusan Contemporary de Istanbul.
Ambas exposiciones se conectan a través de la aplicación de la biométrica, la medición de constantes vitales del cuerpo, que activan y respaldan las diversas obras, como un principio de explicación estética.
Thomas Demand. Ghost, 2003.
Si bien el título es un lamento de Eneas a las puertas del templo de Juno en Cartago según el relato de Virgilio, una vez dentro de la exposición no pude evitar recordar la frase con la que Michel Foucault abrió su célebre obra “Las palabras y las cosas”: «Este libro nació de un texto de Borges». Seguramente, nadie como el genio argentino supo entender la esencia de todo aquello que conforma el mundo, cosas diseminadas que esperan a entrar en contacto, si es que no lo están ya. Una colección de arte tan formidable como la de Helga de Alvear es, en cierto modo, un vasto mundo. En ese magnífico universo es donde Marta Gili, directora del Jeu de Paume de París y comisaria de la exposición, se ha adentrado para analizar el terreno donde las inherencias de las personas y las cosas cohabitan: las imágenes. Se ha servido, con tal propósito, de los fondos fotográficos y audiovisuales de la mejor colección de arte contemporáneo de España, modelada desde la perspicacia, la inteligencia y la pasión de Helga de Alvear. Un cosmos, el suyo, que ha encontrado su espacio en Cáceres.
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