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ARTÍCULOS

miércoles, 2 de marzo de 2016

Taxonomía ferial

Por: Pedro Medina
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Giulio Carlo Argan analizaba el producto artístico como un fenómeno que procede de la historia política, económica y científica, que construye nuestra cultura. Además, establecía diferencias entre las dos orillas del Atlántico, afirmando que para el artista norteamericano el reconocimiento viene principalmente del mercado, siendo esta mercantilización del arte un problema político concreto para el artista europeo que, en medio de realidades plurinacionales, acepta con menos pasividad las condiciones propias del mercado, aunque también pertenece al mismo.

El panorama ha ido evolucionando y de las tres grandes dimensiones legitimadoras de la obra del arte (instituciones –principalmente el museo–, crítica y mercado), es este último el que domina el sistema del arte, y más aún las ferias, donde se vende el mayor volumen de obras de arte. De todas ellas, en España reina claramente ARCO, a pesar de la continua proliferación de ferias en Madrid y en otros lugares de la geografía española.

 

Por otro lado, están los cambios sociales y políticos actuales, a los que no es ajeno este encuentro, que implican una transformación del modelo cultural y de las políticas al respecto, donde las dinámicas basadas en la subvención han dado lugar a un contexto donde el futuro es la industria cultural y el coleccionismo privado. A la excelencia ya no se llega a través de la cultura, como se creía cuando nació la feria madrileña, aunque quizás esto ocurra porque en general en nuestra sociedad ya no se aspira a la excelencia.

Esta situación implica la necesidad urgente de reflexionar sobre un modelo que para bien o para mal tiene en ARCO la cita principal del año para todos los agentes del sistema del arte.

Justo en este sentido, ya planteamos en ‘Sentido y referencia de un museo’ los distintos modos de concebir una institución básica en este sistema, reflexión que partió de la colección permanente de Es Baluard. Precisamente el centro mallorquín presentó en ARCO el proyecto ‘Museu’, que pretende generar un foro de debate a partir de la construcción de un dispositivo de horizontalidad que piense las infraestructuras culturales para reivindicar el museo como un ágora contemporánea, donde las voces son escuchadas en el espacio físico del museo y también en el digital, a través del blog coordinado por Semíramis González.

Uno de los contenidos del mismo es un glosario ‘in progress’ que establece términos a reivindicar y, sobre todo, a reinterpretar: “coleccionismo”, “derechos de autor”, “museo” y “transparencia”. Esto nos lleva a la conocida necesidad de establecer un vínculo entre la realidad y la forma en la que podemos hablar de la misma, estableciéndose en este acercamiento al mundo las posibilidades de visibilidad del mismo.

¿Cuál podría ser una posible clasificación para la feria madrileña? ¿Cuáles los conceptos? Sin duda, este es un tema que necesita una consideración más amplia, porque no todas las taxonomías sirven y los contextos mandan. Si no, recordemos la enciclopedia china descrita por Borges y con la que Michel Foucault iniciaba ‘Las palabras y las cosas’. En ella los animales aparecían divididos en categorías tan singulares como Pertenecientes al Emperador, Embalsamados, Fabulosos, Perros en libertad, Que se agitan locamente, Dibujados con un pincel finísimo de pelos de camello, Et caetera, Que hacen el amor, Que desde lejos parecen moscas…

No es nuestra intención generar el estupor que produce esta enciclopedia, donde nuestro pensamiento halla un límite, ni tampoco tendría sentido establecer una extensa taxonomía como las clásicas de tradición aristotélica (seres inanimados, animales, humanos, virtudes y vicios, partes del cuerpo humano, macrocosmos…), además ya existen libros que explican perfectamente este universo; por ejemplo, ‘La obra de arte como objeto de intercambio’ de Nacho Ruiz. No obstante, atrevámonos a acercarnos a ARCO en torno a un reducido léxico –una ‘endoxa’: los lugares comunes para clasificar el mundo– que permita una correspondencia entre las palabras y las cosas.

ANIVERSARIO

Son ya 35 las ediciones, y ello justifica que este año se haya celebrado bajo un marcado carácter festivo, proyectando la imagen de una feria con robusta salud y ávida de futuro. Por este motivo, ha variado su formato habitual: a diferencia de los últimos años, no ha habido un país invitado, lo que ha extrañado a no pocos, aunque se justifica precisamente por el aniversario, creando un programa especial, que ha propiciado la asistencia de otras galerías históricas.

Bajo el título ‘Imaginando otros futuros’, María y Lorena de Corral, Catalina Lozano y Aaron Moulton han intentado revisar la propia historia de ARCO, invitando a galerías, instituciones, profesionales y coleccionistas que han participado en ediciones anteriores. Así, encontramos galerías vinculadas a su origen, como es el caso de Chantal Crousel, pero también se reconoce la importancia que han tenido en la trayectoria de la feria otras como OMR, Lisson, Christopher Grimes, Kurimanzutto… Entre las elegidas, solamente una española, Juana de Aizpuru, destacada por su condición de fundadora, ha pasado a ser el epicentro físico y simbólico de esta edición.

A las galerías seleccionadas dentro de este programa se han añadido esperados regresos como Giorgio Persano, Thaddaeus Ropac, Carles Taché o 1900-2000, entre otras.

Asimismo, la ausencia de país invitado ha tenido como consecuencia que ciudades como París, Londres, Berlín o Sao Paolo y, especialmente, Latinoamérica, seguida por un nutrido grupo venido de Alemania, hayan cobrado una mayor relevancia. Probablemente, desde un punto de vista geopolítico, este es el mapa que corresponde a ARCO, panorama que no cambiará significativamente el año que viene al volver al formato habitual, que tan buenos resultados aporta, cultural y financieramente, siendo Argentina quien acaparará las miradas en ARCO 2017.

ATRACTORES

Los sistemas dinámicos tienden a la disipación, aunque esto no significa que un atractor aporte equilibrio, simplemente la ilusión de una tendencia. Este papel lo ha desempeñado con frecuencia algún golpe de efecto del que se han hecho eco con voracidad los medios de comunicación. Este año, en cambio, el mejor calificativo que probablemente podemos encontrar para la feria sea el de “correcta”, ya que ha dominado la calidad sobre el anecdotario sensacionalista al que estamos acostumbrados.

No obstante, algo ha habido, como el artista Emilio Rojas, desnudo en medio de pallets en la galería José de la Fuente, un caso más de fácil provocación a través del nudismo a lo que se añade un desgastado ‘palletismo’; y algún ejemplo más, sobre todo performances, pero que, en general, han pasado bastante desapercibidos para el visitante de a pie.

Para el espectador que entienda la feria como un museo, no han faltado los grandes nombres de turno, este año con obras más que notables en los casos de Anish Kapoor, Georg Baselitz, Juan Muñoz, Dan Graham, Mona Hatoum y Danh Vo, por citar algunos ejemplos. De hecho, ha sido un año en el que iban apareciendo con frecuencia pequeñas joyas que, sin estridencias ni monumentalidades, iban dándole un tono alto a la feria para aquellos que tuvieran tiempo de contemplarla con detenimiento.

Este es el caso de una de las obras más comentadas: ‘The Kiss’ de Tino Sehgal, en Marian Goodman dentro de ‘Imaginando otros futuros’, que aparece en la oscuridad para sorprender a aquel que tenga la paciencia de acostumbrar la vista. Entre los españoles, la contundencia, ironía y reflexión a la que nos tiene acostumbrados Mateo Maté, en NF, que convierte su futuro cadáver en un relicario contemporáneo.

Pero la feria ha dado para mucho más, como nuevos valores, claramente en alza, como la pintura itinerante de Irene Grau en Ponce+Robles y Beta Pictoris, las propuestas de marcado carácter político de Núria Güell en ADN, o las reflexiones sobre la visión de Almudena Lobera, presente también con una extraordinaria exposición en la sede habitual de Max Estrella.

A ellas podemos añadir otros muchos nombres: los recorridos y poéticas composiciones de Luis Úrculo también en Max Estrella, además de en Arredondo Arozarena en ARCO y en Espai Tactel en Casa Leibniz; los calculados paisajes de Johanna Calle en Marilia Razuk y también en la Embajada de Colombia; la medición industrial y simbólica de Alejandro Leonhardt en L21; los sugestivos estratos y el gran oficio de Rubén Guerrero en Luis Adelantado; el magistral montaje de Hamish Fulton y los fascinantes muros de Patricia Gómez y Mª Jesús González en espaivisor; las admirables estructuras arquitectónicas de FOD, expuestas también en Tabacalera, y la impactante ‘memoria’ de Managua a la que nos remite Patricia Belli en T20; o la escultural presencia cinematográfica de Rosa Barba en Parra & Romero.

Seguramente haya otros muchos nombres por destacar y probablemente también haya quien piense que alguno de ellos no cumple el lema de John Baldessari en Marian Goodman, “No haré nunca más arte aburrido”, pero sin duda nos dejan con una sonrisa de satisfacción.

MERCADO

Retomemos de nuevo a Argan, pasado el tiempo y con la feria como iglesia laica, donde el placer de contemplar y la pulsión coleccionista conviven sin problemas, para encumbrar una vez más el carácter comercial de la obra de arte. Sin embargo, no se trata únicamente de reducir a mercancía el arte, sino de reconocer la potencia económica de la obra, sin olvidar su valor simbólico.

No obstante, el mercado nos remite a una situación que deja atrás concepciones románticas del gran Arte, mal entendido por muchos como un ámbito fuera de la acción, que paga su libertad con la renuncia al mundo real. El arte se ha ido independizando del sistema académico para ligarse al del liberalismo económico. Se trata pues del triunfo de la corriente norteamericana de la que hablaba Argan, lo cual, sin embargo, no tiene por que implicar su aceptación sin más.

Está claro que la feria es para vender, pero ello no implica la reducción del arte a decoración, no sería arte en este caso, y no es lo que se ha visto en un buen porcentaje de las obras presentes en 2016. Sin embargo, esta edición de ARCO parece haberse olvidado del arte como interpretación de su realidad y su potencia como crítica social y de construcción política. En efecto, quitando obras como la citada Núria Güell y algunos otros casos esporádicos, dentro de la corrección de este año se ha ahogado la disidencia. Aunque, quién sabe, quizás esta ausencia de arte político no sea más que el reflejo del exilio de la cultura respecto del discurso político en España.

En definitiva, las ferias son el lugar para profesionales, pero también son un fenómeno de cultura de masas y ‘lifestyle’, donde el coleccionista español con frecuencia ha sido una ‘rara avis’, aunque ello no ha impedido que la feria se consolide económica y socialmente, de ahí su encumbramiento y celebración.

De esta forma, no hay renuncia al mundo real, sino asunción de las nuevas reglas, dejando atrás los comprensibles valles de lágrimas de los últimos años, para dar lugar a un territorio donde todo está por hacer. Quizás así cobre un nuevo significado aquella definición que Gadamer diera de obra de arte: “transformación en una construcción”, capaz de dar lugar a una nueva sensibilidad susceptible de construir nuevas posibilidades.

MADRID

Y hablando de posibilidades, ARCO lo fue para Madrid con gran esplendor, instituyéndose desde 1982 un vínculo fuerte entre la feria y la ciudad que la acoge, por lo que este año ha cobrado especial importancia el programa ‘Año 35. Madrid’, comisariado por Javier Hontoria, que ha planteado un recorrido por muy variadas instituciones: Estudios de Tabacalera, el Museo Arqueológico Nacional, el Museo Cerralbo, el Museo Nacional de Antropología y el Museo del Romanticismo, pertenecientes al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, y también Casa Árabe, la Embajada de Colombia y el Museo Casa de la Moneda.

En teoría, estas propuestas específicas responden a la pregunta “¿qué haríamos si fuéramos un museo de arte contemporáneo?”, lo que supone dos cosas: claramente que en esas instituciones no suele entrar el arte contemporáneo y, de forma más velada, que hay una intervención ‘site specific’.

La primera suposición, repetida con frecuencia en varios medios, es errónea, sobre todo si nos atenemos a instituciones como el Museo Cerralbo o el Museo Romántico, que han contado en ocasiones con otro tipo de exposiciones como, por ejemplo, de diseño, o han entrado en circuitos como PHotoEspaña. Y esto todavía es más habitual en las instituciones que no pertenecen al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Asimismo, algunas de las instalaciones, de indudable interés por sí mismas, están situadas en algunos contextos de forma forzada, como ocurre con las ‘Naturalezas naturales, 1973-2016’ de Fina Miralles en el Museo Arqueológico Nacional, cuya sala de exposiciones temporales, además, pasa bastante inadvertida para la mayoría de los visitantes que tiene el magnífico museo. En cambio, intervenciones como la realizada por Mikel Eskauriaza en el Museo Naval resultan logradas y pertinentes.

Por otro lado, se alternan las acciones que afectan al conjunto de la institución con otras que tienen un carácter de exposición más convencional dentro de una programación habitual, como es evidente en muestras como la realizada por Khalil Rabah en Casa Árabe.

No obstante, cabe reconocer que en su conjunto es un buen programa que hace que merezca la pena el periplo madrileño, manteniéndose todavía algunos meses en varias de las sedes.
Aun así, no llega a tener la presencia pública de programas pasados, como ‘Madrid Abierto’, si bien el 35º aniversario ha tenido presencia en las calles a través de las pantallas de la Plaza de Callao o en Platea, y con la puesta en marcha de ‘Arte Lateral’, una propuesta en relación con el mundo de la restauración que cuenta con artistas como Erwin Olaf o Hannah Collins.

En cualquier caso, la complicidad de la capital española es total, aunque el matrimonio también acoja cada vez con más brío la cita con Lisboa.

MUNDO

Termina pues una semana intensa en la que la ciudad ha acogido otras ferias: Art Madrid, Justmad, We are Fair!, Room Art Fair, Drawing Room y Casa Leibniz. Cabe preguntarse si hay tanto artista y tanta galería de calidad dispuestos a venir a Madrid, aunque sin duda público en masa sí que hay.

En cualquier caso, la propuesta de Julio Falagán, también presente en Casa Leibniz, nos da la respuesta. Como comisario, ha estado presente en la galería 6más1 para exponer ‘Otra Puta Feria Más’, donde varios artistas dispuestos a cumplir el lema de Baldessari son expuestos con precio único, 300 €, con la alternativa de fotocopiar las obras por 50 céntimos y llevártela con el sello de la galería. Sin duda, una conveniente nota crítica y una divertida propuesta que debería hacernos pensar, por no decir que algún visitante tempranero se ha llevado alguna pieza interesante a un precio irrisorio.

De Madrid al mundo para transitar diferentes invitaciones y actitudes, de las periferias al ‘mainstream’, aprovechando un aniversario que promete próximos acontecimientos. En efecto, frente a otras propuestas marcadas por lo sino de lo efímero, ARCO es una ‘narración’ que privilegia los hechos.

Desde los mismos, quizás podamos establecer una relevante correspondencia entre nuestra experiencia y los lenguajes que la describen para decidirnos así a nombrar los nuevos espacios, sabiendo que en el actual sistema del arte esta labor no puede realizarse desde idealismos formales, sino teniendo en cuenta la realidad del mercado. Aun así, esperemos que nunca apague el necesario clamor de la disonancia. 

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