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y arte contemporáneo

ARTÍCULOS

miércoles, 8 de enero de 2014

Otras narrativas domésticas.

Por: Alejandro Ratia
imagen

Fondo Amado Millaruelo. Fototeca, Diputación Provincial de Huesca

 

Archivo de archivos: J. Ramón Día, Paco Gómez, Matías Costa, Virginia Espa, Ana Casas Broda, Richard Billingham, Trish Morrissey.

Hay familias que se eligen, otras que no

Otras narrativas domésticas, comisariada por Pedro Vicente, debe entenderse dentro de la edición 2013 de VISIONA, Programa de la Imagen de la Diputación de Huesca, cuyo hilo argumental es el “álbum de familia”. Este asunto puede interpretarse hoy, dentro de la moda archivística, como una nebulosa más de la galaxia “atlas”; o puede revisarse en sus derivaciones últimas, asociadas a las redes sociales. Pedro Vicente aclara que su interés es el análisis del modelo primordial, suficientemente complejo en sí mismo. Y enumera los procesos artísticos que surgen de una primera explosión del tema: «la investigación de historias familiares, la utilización de nuevos contextos, la representación de escenas ficticias para que sean fotografiadas, la recuperación de archivos y documentos, la búsqueda de memorias y recuerdos personales, la exploración de la identidad, la negación de la propia historia familiar o la selección y edición de fotografías».

 

La exposición ejemplifica tales procesos con artistas concretos, pero muestra además una selección de álbumes “reales”, realizada por Obarra Nagore, quien ha investigado los atractivos fondos de la Fototeca de la Diputación de Huesca. Este “Archivo de archivos” particulares no es menos interesante que las obras de los artistas. Dentro del mismo hay fotografías de estudio, conservadas por las familias, pero también tomas domésticas, que en algunos casos, tienen una calidad sorprendente, y descubren artistas escondidos, como Julio Escartín, veterinario oscense, con sus hojas de contactos de los 60 y 70 que son una delicia. Este aficionado podría considerarse un autor inédito, pero se debe reconocer que el propósito (aparentemente puro) de sus instantáneas afecta al modo en que las recibimos, tanto o más que afectó al modo como se produjeron. Al buscar un término con que diferenciar estas fotografías de las de los artistas, elegí, con ciertas dudas, el adjetivo “reales”. Utilizarlo implica que las otras fotografías son imposturas. Pero la mistificación se halla en el propio origen del álbum. Y lo primero, como bien reconoce Pedro Vicente, porque los álbumes familiares sólo tienden a recoger momentos felices, aquellos que queremos recordar o que aceptamos mostrar a las visitas. Y ello quiere decir que siempre ocultan algo.

Varios de los artistas seleccionados lo que revelan es ese lado oculto. Virginia Espa comenta un retrato de su abuelo, que siempre estuvo en casa. El abuelo fusilado al inicio de la Guerra Civil. Ahora muestra también una foto del lugar donde lo ejecutaron. Un ejemplo del “fuera de campo” en la fotografía familiar. Territorio en sombra que el artista puede investigar o rehacer, con el riesgo (inevitable) de introducir la ficción. El trabajo de Matías Costa (The Family Project) tiene también un aire de pesquisa documental, abocada al fracaso desde el inicio, cosa que la convierte en proyecto artístico. Algo que se repite en Ana Casas Broda y su complejo exorcismo de una historia familiar igualmente compleja, con un juego de espejos vitales entre la abuela, adicta a la fotografía como terapia sentimental, y la nieta artista.

La familia, e incluso la felicidad como simulacro, pueden asimilarse a la adopción imaginaria. Trish Morrissey se deja adoptar por familias a las que encuentra en la playa, cambiándose por la madre, y posando entre extraños que saben fingir instintivamente. Paco Gómez, por otro lado, adopta como suya una familia ajena, la insólita familia Modlin, americanos en el Madrid tardofranquista, cuya historia entró en su vida a través de una fotos encontradas en la basura. Pero hay familias difícilmente adoptables. Lo real (traumático) de las familias es que son inevitables. No se pueden escoger los padres. El plato fuerte de la exposición es la crónica doméstica de Richard Billingham. Si nos creemos la historia que cuenta su autor, estas fotos no tuvieron otra intención que servir de base a sus pinturas, ya que su padre, a quien quería abocetar, no paraba quieto. Este padre alcoholizado, que se ríe de todo, ese entorno familiar chirriante, de tan reales como se presentan sus miserias, son los protagonistas de una serie extraordinaria.

Sala de exposiciones Diputación de Huesca. Hasta el 23 febrero. 

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