Hace un año en estas mismas páginas José Manuel Costa se preguntaba, a raíz de la inclusión de Roxy Music en el festival Sonar, sobre la vigencia del pasado en la escena actual. Estas ideas se enmarcaban dentro de una corriente de pensamiento más amplia que, a través de géneros como el pop hipnagógico, el witch house, el glo-fi o la hauntología, renombraban el presente de manera constante echando la vista atrás.
Simon Reynolds en su reciente libro, Retromania: Pop Culture's Addiction to its Own Past, hace una valoración muy personal y a la baja de la época presente. Si bien el libro trata la cultura de consumo de todo el siglo XX, me gustaría detenerme en las consideraciones y respuestas que el crítico ingles realiza del "ahora"; unas valoraciones que no sólo entran en lo musical, sino que también tratan ampliamente aspectos sociales, industriales y económicos. Su visión es la de una distopía, donde la tecnología se esta apoderando de la memoria del presente. Cualquiera de nosotros podría sentirse identificado con muchas de las ideas del autor: perdida de una identidad compartida, acumulación de información, privación de un sentido histórico más amplio... Sin embargo, es cierto que esa velocidad y saturación cultural la hemos vivido en otros momentos: la proliferación de sellos y microestilos de la electrónica a comienzos de los noventa o las innumerables formaciones y grupos de soul de la década de los sesenta, serian dos ejemplos.
La cultura del reciclaje ha propiciado una falta de identidad dentro de la música actual que, según Reynolds, ha minado la creatividad de esta última década. Retromania se detiene con detalle en la especulación del pasado; es decir, las influencias que recibíamos de forma involuntaria anteriormente son ahora asimiladas conscientemente por nosotros. En nuestra mano, pues, queda la posibilidad de redescubrir el pasado y distorsionar la historia oficial. Si observamos revivals anteriores, como el mod o el rockabilly, podemos ver como estos no eran tratados con ironía, algo que si ocurre con todo el revival del AOR* de grupos como Ford & Lopatin. Reynolds va más lejos y asegura que podemos construir nuestra identidad como si fuéramos a una tienda de ropa de segunda mano y eligiéramos de diferentes cajones las prendas que mejor nos sientan según el momento. No obstante, existen músicos que consiguen integrar esas influencias y añadirles una plusvalía, una visión de conjunto que consigue hacerlas coherentes aunque miren al pasado.
En un presente marcado por el mal de archivo y la saturación de contenidos, no debe extrañarnos que Reynolds emplee la imagen de una página en negro para explicarnos la creación de algo completamente nuevo. Flying Lotus es uno de los ejemplos que utiliza para iluminar esta era de la postproducción. El músico angelino consigue mediante la acumulación de influencias tan diversas como la música india, el hip-hop o el dubstep crear una obra brillante y llena de pequeños matices.
La implicación de Reynolds le otorga una enorme credibilidad al relato, aunque su punto de vista sea el de un crítico musical saturado por las posibilidades sin fin de Internet. Tampoco debemos olvidar, como bien nos enseñó Borges, que una copia nunca es idéntica al original. Seamos conscientes o no de nuestro pasado, al final siempre terminamos metabolizando lo anterior para mostrar algo matizado que, lo queramos o no, tiene una relación muy clara con el momento actual.
*Nota del editor: AOR (Adult Oriented RocK) es un subgénero del rock que emergió a finales de los años 70 y principios de los 80 como una fusión del Rock, Hard Rock y el Rock Progresivo.