Vivas nos queremos! Sandra Paula Fernández. 2019. Cuadros bordados manualmente. LABoral Centro de Arte y Creación Industrial.
Inaugurada por la historiadora del arte y comisaria Semíramis González (Gijón, 1988), la exposición plantea un discurso punitivo contra la violencia hacia las mujeres a través de ocho artistas activas en el feminismo.
Cada una de ellas nos trae una obra vinculada con la lucha feminista. Así, Pilar Albarracín, Esther Pizarro, Ana Gallardo, Sandra Paula Fernández, Sukran Moral, Martha Rosler, Amalia Ulman y Yolanda Domínguez son las protagonistas de una serie de performances en formato vídeo, fotografías, dibujos e instalaciones que reflexionan sobre las diversas y más cruentas manifestaciones de la misoginia.
Su arte deriva en las grandes tendencias de la violencia: directa, estructural y cultural. De este modo, ejemplos de la violencia directa están presentes en Sin título/Sangre en la calle (1992) de Pilar Albarracín, Vivas nos queremos! (2019) de Sandra Paula Fernández, Identikts (2009) de Ana Gallardo y #NiUnaMenos (2019) de Esther Pizarro, donde los feminicidios, las violaciones y la trata de mujeres se fusionan en un único eje temático que visibiliza la violencia machista más palpable a nivel global.
El cruento asesinato performativo de Pilar Albarracín enlaza con los datos cuantitativos sobre los feminicidios representados por la instalación de Esther Pizarro. La noción de sanguinolencia ciñe ambas obras; es la sangre derramada en el escenario del crimen y la sangre contenida en estalactitas de vidrio como prueba numérica de los asesinatos cotidianos.
Sangre en la calle causó el estupor de las personas que vieron a Pilar Albarracín tendida en el suelo y cubierta de sangre. Repitió la performance en varias ocasiones y curiosamente el público fue verdugo del androcentrismo porque nadie la socorrió. Mientras, Esther Pizarro plasma conceptualmente la etiqueta digital #NiUnaMenos (2019) que se relaciona con todas las protestas feministas contra los ataques misóginos que hunden sus raíces en el activismo de la poeta Susana Chávez Castillo en los años noventa. Son los asesinatos que recuerdan a las mujeres caídas por el patriarcado y lleva a la reflexión sobre cómo frenar la terrible situación.
Ana Gallardo y Sandra Paula Fernández abordan la violencia directa apoyándose en un arte textual. Asimismo, las postales Identikts de Ana Gallardo tienen un dibujo y unas pequeñas palabras que rememoran la identidad de varias de las niñas y adultas argentinas secuestradas para formar parte de la esclavitud. Los dibujos se convierten en la iconografía propia de cada mujer; el atributo que la reconoce. En otras palabras, el objeto que encontraron de las mujeres una vez desaparecidas o el lugar donde se cree que fueron encerradas y que cobra sentido con la lectura de las descripciones de los hechos.
En otro orden de ideas, Sandra Paula Fernández en Vivas nos queremos! (2019) ha bordado treinta cuadros con tuits auténticos que dan voz a las mujeres tanto anónimas como mediáticas que fueron protagonistas de crímenes horrendos o testigos del pensamiento misógino a lo largo de su existencia. Ha intercalado otras treinta piezas con hermosa ornamentación floral que plasman el poema coral Nuevas reglas! de Ruth Toledano con versos reivindicativos como Ni la tierra ni las mujeres somos territorio de conquista. Esta descomunal obra está realizada a propósito para la exposición, lo cual prueba la implicación grandilocuente de las artistas en el proyecto.
Por otro lado, la violencia estructural es inherente al modo en el que la sociedad está estratificada e impide el libre desarrollo de los individuos, ya que están condicionados por las categorías interseccionales. Aunque irrumpe en la cronología Identikts (2009)
Tanto el trabajo de Sukran Moral como el de Ana Gallardo actúan como un puente para conectar la violencia directa con la estructural, ya que la prostitución y la esclavitud son sistemas opresores creados por la jerarquía social del patriarcado; se encuentran íntimamente relacionados.
Sukran Moral encaró la prostitución femenina en Bordello (1997) mediante una atrevida performance, convirtiéndose en una seductora meretriz ante el gusto y estupor de los viandantes. Las prostitutas son cosificadas desde la mirada machista y sustentan un eslabón social constrictor que no se elige por placer. La prostitución está estrechamente relacionada con la esclavitud y muchas esclavas son obligadas a prostituirse. Pese a eso, son todavía muchas las opiniones retrógradas que menosprecian a las prostitutas y las acusan de incansables ninfómanas.
También Sukran Moral mantiene la diatriba al interconectarse con la violencia cultural representada por Semiotics of the kitchen (1975) de Martha Rosler, Excellences and Perfections (2014) de Amalia Ulman y Los mapas visuales (2019) de Yolanda Domínguez. Si las prostitutas son reificadas desde antaño, la cultura occidental ha construido la teoría de las esferas separadas que sitúa tradicionalmente a las mujeres en ámbitos muy concretos, por ejemplo, el hogar. Marta Rosler emplea los utensilios de cocina con gran furia en una mesa vacía; ella no corta ni remueve alimentos brutalmente, aunque le gustaría vengarse así de la subyugación.
La misma rabia sutilizada ha actuado sobre el cuerpo de Amalia Ulman porque escenificó una performance en Excellences and Perfections (2014) creando un álter ego frívolo por medio de Instagram durante cinco meses. Una vez finalizó su parodia, la performer admitió que todo fue una farsa para comprobar qué pensaba de ella el público de la red social. La cantidad de insultos y comentarios misóginos que recibió fue previsible, pero también otras mujeres con las mismas inquietudes sobre la belleza acudieron a Amalia Ulman. Su performance por internet ha logrado introducir Instagram en los museos de arte.
Para finalizar, Los mapas visuales (2019) de Yolanda Domínguez plantea la violencia cultural desde el punto de vista de los medios de comunicación. De igual modo, ha sido creado con motivo de Equivocada no es mi nombre y su propósito es que el alumnado de primaria y secundaria acuda a la exposición y aprenda que los significados que ofrecen las imágenes no son arbitrarios. Particularmente, trae a colación obras de arte, anuncios publicitarios, portadas de revistas o escenas de filmes donde las relaciones de género son evidentes. Estas ilustraciones relegan a las mujeres a una posición subalterna respecto a los hombres o bien recaen en las cualidades tradiciones que se aplican a las mujeres, verbigracia, la belleza, la sensualidad, la delicadeza o la debilidad.
De esta forma, las artistas elegidas por Semíramis González configuran un ideario antimachista que es integrador porque todas proceden de distintas geografías, son de generaciones diferentes y han trabajado en años y décadas distintos para generar un argumento feminista continuo en el tiempo. Sus precedentes son las maestras antiguas Artemisia Gentileschi,
En definitiva, la exposición revela la manifestación de la denuncia feminista a lo largo de las décadas hasta nuestros días, del mismo modo que hace siglos varias artistas como Artemisia Gentileschi, Marie-Guillemine Benoist, Emily Mary Osborn o Hannah Hoch hicieron arte para reprobar al patriarcado e intentar bosquejar una realidad igualitaria. Equivocada no es mi nombre es la heredera de la reivindicación centenaria por la equidad entre todos los géneros.