B. WURTZ: WORKS 1972 - 2014. Galería MaisterraValbuena.
Si en la segunda semana de septiembre se daba el pistoletazo de salida de la temporada 2014/2015 para las galerías madrileñas, en la tercera semana ha sido la feria SUMMA el acontecimiento que ha reunido al sector del arte en torno a su segunda edición, y los dos asuntos merecen comentario.
Desde luego, concentrar en tres días la apertura del curso resulta un tanto agotador e inabarcable; a ello se sumaban desayunos, almuerzos y “saraos” diversos (como la cena de coleccionistas que tuvo lugar en Casa Árabe), además de algunas performances de obligada asistencia. Si alguien ha podido verlo TODO mi más sincera felicitación, yo no lo he logrado pero estoy en ello. Y, hay que decir, a pesar del esfuerzo maratoniano al que obligaba tanta inauguración, que se respiraba una especie de euforia, la cual, desde mi punto de vista, tenía sus razones.
Si tenemos en cuanta lo escuálido del mercado en nuestro país, con el retraimiento tanto de los compradores habituales como de aquellos jóvenes profesionales que hace unos cuantos años, y sin pretender convertirse en grandes coleccionistas, se lanzaban poco a poco y por verdadero interés, a adquirir obras de artistas también jóvenes, resulta casi heroico que las galerías no sólo sigan abriendo cada día sus puertas sino que, además, mantengan un nivel alto, incluso muy alto, de exigencia y ofrezcan un panorama como el que vemos ahora en la ciudad. Y es de justicia reconocerles ese mérito.
Basta con citar exposiciones como la que presenta Nogueras Blanchard, del artista norteamericano Christopher Knowles, que desarrolló una performance cercana a la poesía fonética, de corte minimalista; o la de MaisterraValbuena, con unas frágiles y mínimas piezas de B. Wurtz que ejemplifican su trabajo de cuatro décadas en esta su primera individual en España. Puerta con puerta, Bacelos presenta la estupenda e irónica “Antología del desajuste adverbial” de Abigail Lazcoz. Sin dejar Doctor Fourquet, la Galería Alegría inauguraba “La Leyenda Negra”, una propuesta nada desdeñable de Felipe Talo, y en Moisés Pérez de Albéniz, “Impostura” de Ana Laura Alaéz, una vuelta de tuerca en su forma de hacer. Por otros barrios, Mateo Maté aparecía en NF con “La cara oculta” donde el reverso de la pintura convive con un laberinto que no es tal pues no deja opciones de recorrido. La Galería Cayón, en sus dos espacios inauguraba una magnífica mirada a la obra minimalista del desaparecido Fred Sandback. Elba Benítez, por su parte, abría el curso con la tercera individual de Francisco Ruiz de Infante, quien sigue demostrando que es uno de los artistas más importantes de su generación; “La Línea de los ojos” bucea en temas centrales de su trabajo y, como siempre, reclama el esfuerzo del espectador a la hora de acercarse a sus complejos planteamientos conceptuales y visuales; esta vez, además, llevó a cabo la performance “Crepúsculo Vespertino” en colaboración con la coreógrafa Olga Mesa. Sólo con estos ejemplos se podría pensar que las galerías madrileñas atraviesan un momento de lo más feliz y, aunque la realidad sea otra, hay que agradecerles que nos hagan felices.
Respecto a SUMMA, pienso que esta edición, que ha dirigido Juan de Nieves, ha pasado con nota en cuanto a nivel, presentación de los stands y comodidad de recorrido. Su pequeño tamaño la hacía abarcable y se podía atender sin agobios a los puntos fuertes que ofrecía, aunque siempre he pensado que las ferias no son los lugares más adecuados para disfrutar del arte, como tampoco ofrecen el mejor ambiente para debates y conferencias de cierta enjundia, cuya inclusión siempre parece responder a esa supuesta necesidad de dar un “toque” cultural a un evento puramente comercial. ¿Por qué no se centran en debatir de modo serio sobre coleccionismo y mercado?. Dicho esto, me permito mencionar algunas obras y nombres que constituirán sin duda mi recuerdo de Summa 2014, como las dos piezas de Pedro Tudela que trajo la portuguesa KubicGallery, una de ellas, por cierto, la única del ámbito sonoro en toda la feria (exceptuados los vídeos, lógicamente); la de Alfredo Jaar –fechada a mediados de los 70– que mostraba Oliva Aráuna; o los poderosos trabajos de veteranos como Juan Hidalgo, en Adora Calvo –con un ejemplo de su radicalidad fechado en 1969— o Esther Ferrer con cuatro piezas soberbias en Angels Barcelona que compartían stand con el también magnífico trabajo de Daniela Ortiz. En cuanto a nombres históricos, interesante la selección que la Galería Freijoo ofrecía de piezas y documentos de Matías Goeritz (también se presentó allí la monografía que revisa el trayecto de este singular personaje y que se acaba de publicar); y, en otro registro, unos magníficos Equipo 57, de la mano de la Galería Rafael Ortiz. Y, en cuanto a nombres jóvenes, sin duda hay que seguir la pista de Olalla Gómez, cuya vídeoinstalación presentaba Astarté; Almudena Lobera en Max Estrella, y un jovencísimo Juán Sánchez, en T20, que proponía una reflexión inteligente sobre el acto de pintar en nuestros días.
En cuanto a los programas comisariados, respetable la selección realizada por Marina Fokidis, y extraña la propuesta de Gloria Moure, cuya selección de artistas (Gusmão + Paiva, Adrià Julià, Andrade Tudela…) y de piezas era muy notable, pero cuyo nexo radicaba en estar realizadas o, mejor, presentadas en Super8, viejo formato muy en boga en estos últimos años y cuyos proyectores tantos sobresaltos de mantenimiento generan.