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miércoles, 5 de junio de 2013

Dennis Hopper. En el camino

Por: Sema D’Acosta
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Andy Warhol. Dennis Hopper, 1971. Colección Mugrabi © The Andy Warhol Foundation of the Visual Arts, Inc./VEGAP, Málaga, 2013. 

Easy Rider no es una película cualquiera. Rodada en el verano de 1969 con un presupuesto modesto, muchas dudas y un realizador inexperto, nada más estrenarse se convirtió en el símbolo de una generación y una referencia del cine independiente norteamericano. Sin pretenderlo, fue radicalmente pionera. No tanto por el guión, era una road movie convencional que abordaba sin grandes profundidades un relato tradicional basado en las vicisitudes de un viaje, sino por la naturalidad con la que mostraba los rasgos esenciales del movimiento social más importante de Estados Unidos en ese momento, la contracultura. Drogas, hippies y ansias de libertad mezclados con una banda sonora contundente e inesperada que por primera vez utilizaba temas de rock (convirtió en mítica, por ejemplo, la canción Born to be wild del grupo canadiense Steppenwolf). Ante la crisis de valores que vivía el país, inmerso en la Guerra de Vietnam, muchos jóvenes cansados de lo políticamente correcto tomaron su propio camino, que no era otro que el de la rebeldía y el inconformismo, el mismo que eligen los protagonistas del largometraje y sirve para que millones de ellos se sientan identificados con su forma despreocupada y a contracorriente de entender la vida.

 

El director de ese famoso filme, hoy emblemático, fue Dennis Hopper, hasta entonces un actor treintañero de carrera discreta cuyo mayor logro había sido trabajar junto a James Dean en Rebelde sin causa (1955) y Gigante (1956). Después de esto, el éxito le sobrepasó. De repente se vio encumbrado y convertido en un icono de todo aquello que representaba la película. Tanto, que en la década siguiente cayó de manera irrefrenable en un periodo autodestructivo de adicciones y malos modales que lo distanció de Hollywood y los grandes estudios, con los que nunca se llevó especialmente bien. Antes de convertirse en una celebridad y desestabilizarse a fuerza de alcohol y cocaína, vivió un periodo magnífico de efervescencia atrapado entre dos mundos situados entre Nueva York y Los Ángeles. Por un lado la industria cinematográfica, en la que intentaba buscar su sitio; por otro, los nuevos autores Pop que emergían entonces (Andy Warhol, Roy Lichtenstein, Jasper Johns, James Rosenquist, Claes Oldenburg o Tom Wesselmann, entre otros) con los que entabló vínculos estrechos y de los que se hizo ferviente seguidor. Para él, la interpretación, la fotografía, la escritura o la pintura formaban parte de una misma cosa: ser artista, una identidad global cuya única diferencia radicaba en que cada disciplina se desarrollaba mediante un procedimiento distinto.

En este sentido, la exposición de Dennis Hopper (Kansas, 1936 - Los Ángeles, 2010) que ha preparado el Museo Picasso de Málaga, comisariaza por su director José Lebrero, es un compendio que reúne una importante variedad de sus trabajos, además de muchos documentos, como carteles, una selección de extractos de su filmografía hecha por él mismo o guiones originales tachados y manuscritos, entre ellos el de Easy Rider, material que ayuda a contextualizar y entender las obras que se exhiben. En la muestra destacan, con mucho, las fotografías en blanco y negro. Además de ser las piezas más numerosas, se convierten en un testimonio excepcional de la época. La mayoría son instantáneas callejeras tomadas con sensibilidad e intuición. Son imágenes espontáneas que en algo recuerdan a Robert Frank. Incluso en algunos detalles al modo de mirar de Walker Evans. No son pretenciosas ni rebuscadas, sino más bien todo lo contrario, sencillas y naturales. Los retratos de gente de su alrededor, ya sea en un rodaje o en una galería, son espléndidos. Da igual si el modelo es Paul Newman, Jane Fonda, Bill Cosby, Ed Ruscha o Robert Rauschenberg. Su gran valor estriba en que nacen de la familiaridad que genera el vivir las situaciones desde dentro, asumiendo que se está fotografiando a personas y no a estrellas.

 

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