Al hablar de artistas con vidas trágicas lo habitual es hacerlo en tiempo pretérito. Mark Oliver Everett (o Mr. E, o E) no está muerto, pero sabe lo que es sentirse perseguido por la oscuridad, el dolor, por la simple y llana mala suerte. Hijo de un físico cuántico impulsor de la teoría de los universos múltiples (al que sólo llegó a abrazar el día de su muerte, en el fallido intento de reanimar su corazón parado); hermano de una chica preciosa y débil que se perdió en desequilibrios químicos (externos e internos) hasta llegar al suicidio; una madre feliz y cariñosa a la que fulminó un cáncer; un buen amigo no adicto que murió por sobredosis; una prima que se subió a uno de los aviones caídos en el 11-S después de mandarle una postal que sólo decía “Life is fabulous”… Los giros trágicos que pueblan su biografía habrían resultado inverosímiles en una historia ficticia pero, por desgracia para él, no son una novela, sino la base sobre la que E sustenta su libro de memorias, Cosas que los nietos deberían saber (editado en España por Blackie Books, con una preciosa portada de lo que podría ser una guía infantil sobre ornitología). Cuando su banda, Eels, hizo una curva en su gira europea para volver a nuestro país el pasado 18 de septiembre (después de seis años de ausencia), casi todos los que llenaban la madrileña sala La Riviera tenían este libro en mente, y muchas ganas de llorar. No obstante, los pañuelos que muchos habrían querido usar para enjugar lágrimas (la catarsis puede resultar extrañamente adictiva), sólo sirvieron para secar gotas de sudor. E ha transformado sus shows en una actuación intensa, vitalista y, por encima de todo, divertida. Una vez vomitados sus fantasmas, parece tener más ganas que nunca de hacer eso tan sano que llaman entretener o, mejor aún, hacer (son) reír. Y bailar. Aunque, como ha declarado repetidas veces, no es un entertainer (elección que exigiría menos dosis de excentricidad y originalidad), se podría decir que el arte le ha salvado la vida pero él no está aquí para salvar la vida a nadie (mala noticia para las editoriales que ya contaban los dólares, fruto de los siempre rentables libros de autoayuda).
Con gafas de sol impertérritas, pañuelo de motorista sudista y un curioso mono de pintor, desgranó una actuación, para muchos, caprichosa. A pesar de lo lejano desde su último y breve paso por nuestro país, no sólo dejó fuera grandes “hits” sino que transformó sus canciones más conocidas hasta convertirlas en algo totalmente diferente. Una opción arriesgada si uno quiere contentar las expectativas obvias, pero maravillosa si lo que se desea es conquistar desde la sorpresa. O simplemente pasar un buen rato haciendo lo que más le gusta (de ahí la inclusión de nada menos que tres versiones, de Gershwin a Lovin´ Spoonful pasando por los Rolling Stones).
Con esta gira, en la que hay cabida para toda su discografía, E ha presentado su noveno disco en catorce años, Tomorrow morning, cerrando una trilogía que abrió con Hombre Lobo (una maravillosa descarga de rock en torno al deseo) continuó con End times (nuevo análisis del dolor, con un divorcio real como telón de fondo) y que cierra ahora con éste su disco más electrónico y optimista en años. Si como en sus proféticas obras, cuando el “fin de los tiempos se acerca” lo que sigue siempre es “la luz de la mañana siguiente”, los optimistas crónicos pueden estar de enhorabuena, ya que este buen hombre tiene un master en resurrección y sabe bien de lo que habla cuando habla del mañana. Lejos de tan chamánicos propósitos, E parece conformarse con seguir dando cuerda a su indudable talento, armado de un sempiterno sentido del humor (su libro y sus canciones, incluso las más tristes, no dejan de estar exentas de altas dosis de ironía y liviandad a veces surrealista) para seguir viendo siempre el final del túnel. Y han sido muchos túneles.
Son varios los ruegos que le han llegado desde todo el planeta para que escriba un segundo libro. De hacerlo, él espera que sea muy aburrido, que ya no tenga grandes cosas que contar porque su particular maldición haya terminado. Sus seguidores de momento podemos disfrutar de su indudable talento para la narración en tercera persona, contando maravillosas y alucinantes historias ajenas como la de su pastor alemán mestizo, Bobby Jr (cuyo “canto” puede oírse en varios discos), otro que sabe bastante de lo perra que puede ser la vida. Larga vida a E, con e de escritor.