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ARTÍCULOS

lunes, 19 de agosto de 2019

Poéticas de la emoción

CaixaForum Zaragoza
Por: Alejandro Ratia
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Esther Ferrer, Extrañeza, desprecio, dolor y un largo etc., 2013. Colección ”la Caixa” de Arte Contemporáneo © Esther Ferrer, VEGAP, Barcelona, 2019. 

Para Dreyer, la emoción estaría indefectiblemente unida a la expresión. Revelada en ésta al margen de las palabras. La puesta en práctica de tal principio lo encontramos del modo más llamativo y perfecto en su Juana de Arco. Los primeros planos de la protagonista (Falconetti), con su cabeza rapada y contra un fondo neutro son emotivos hasta el extremo en tanto que silenciosos. La breve película de Bas Jan Ader de 1971, “I’am too sad to tell you”, tiene cierta semejanza con el cásico de Dreyer. No se puede decir, sin embargo, que las expresiones del holandés sean discretas. Cobran conciencia de su carácter simbólico y de su posible cosificación y codificación. A falta de otros que se presten a ello. El artista se convierte en plañidero de sí mismo. Puede empeñarse es componer sus propias elegías o identificarse con su íntimo fantasma. Así en el caso de Francesca Woodman. No se produce en este caso una manifestación, sino un ocultamiento, convirtiendo la presencia en accidente, y delegando en lo otro, apuntando a lo sublime o lo siniestro. Tal como dice Érika Goyarrola, la emoción se proyecta en “esos lugares que el mismo cuerpo habita”. En cualquiera de los casos, da la impresión de que la expresión u ocultación de las emociones conduzca a territorios atemporales.

 

Érika Goyarrola es la comisaria de “Poéticas de la emoción”, una exposición que plantea la persistencia de los sentimientos como materia estética. Se transparenta así una utilidad otra del Arte, que no deja de ser una vía de lectura paralela de su historia. En este proyecto diría que se propone un recorrido circular, desde la codificación religiosa de dolor o el éxtasis a la expansión festiva y comunitaria, pasando por las proyecciones patéticas de la emociones en la Naturaleza y en las cosas. La exposición parte de algunas piezas excepcionales la colección “la Caixa”. Está entre ellas un “Homúnculo” de Manolo Millares de 1960. Bas Jan Ader, Francesca Woodman o Millares, tan distintos, aciertan a ser artistas que murieron de forma más o menos prematura. Y es difícil no dejarse influir por tal circunstancia al apreciar sus obras. Por el contrario, al aproximarnos al trabajo del Miró tardío, son su capacidad de supervivencia y su vitalidad las que nos deslumbran. Lo celebrativo se superpone a lo elegiaco. En su entusiasta economía de las emociones, Miró maneja el gesto primordial de las manos abiertas. Al confrontar su “Bailarina”, una escultura del 81, con la “Monsterrat” de Julio González, se muestran que la celebración y la protesta hacen, de alguna manera, al ser humano.

En la misma sala, junto a Miró y Julio González, una estupenda selección de fotos de Colita (impagable testigo de la Barcelona moderna) sirve de gozne interpretativo. Por un lado, una crónica de las reivindicaciones callejeras de la transición, primeras manifestaciones, por ejemplo, del colectivo gay. Por otro, imágenes de cantaores o bailaores flamencos arquetípicos. El lenguaje de las manos comunica unas y otras imágenes. “El yo se desborda e implica al otro, convirtiendo lo personal en político y creando narraciones compartidas y nuevas posibilidades”, indica Érika Goyarrola. Con gran acierto, al terminar el recorrido expositivo, se hace pasar al visitante por la proyección del vídeo “Acid Brass” del británico Jeremy Deller, que muestra los gozosos resultados de su experimento socio musical, cuando tuvo la ocurrencia de invitar a una banda tradicional a interpretar “acid house” con sus instrumentos de metal.

El mismo visitante, que abandona la exposición en un trance festivo, había iniciado su recorrido en una sala donde se emparejaban obras de la tradición cristiana, tardomedieval o manierista, con arte contemporáneo. Un impactante descendimiento hipanoflamenco, cedido por el MNAC, halla su espejo en las acciones de Gina Pane. Los hilos de sangre que descienden por el pecho de Cristo semejan a los que manan de los párpados o del vientre de la artista tras autolesionarse. La misma sala plantea otros paralelos iconográficos (un vídeo de Bill Viola, una conocida fotografía del reportero Enric Folgosa, la citada arpillera de Millares), manifestando una supervivencia de estereotipos religiosos, marcados por una respuesta emotiva ante la muerte o el dolor. Es importante que se exhiba, en este mismo contexto, el vídeo “I’m not the girl who misses much” (1986), de una joven Pipilotti Rist. Este vídeo sigue hablando en clave de estereotipos (la mujer que se arriesga a expresarse aparece como bacante o histérica) pero permite ya un giro crítico, que encuentra una expresión de enorme inteligencia en el reciente vídeo de Esther Ferrer, donde la artista plantea un amplio catálogo de emociones contradictorias, que se suceden sobre su mismo rostro. La crítica de las emociones en el arte puede ser tan antigua como Platón, que denunciaba su manejo en la tragedia. El trabajo de Esther Ferrer puede ser, sin embargo, el ejemplo de una verdadera inteligencia o autoconciencia emocional.

La búsqueda de un acomodo estético de los sentimientos puede encajar con lo religioso o con lo trágico en la tradición griega. Puede resolverse también en una confrontación con lo sublime. Un modo de superar la incompetencia del entendimiento traslada a los sentidos la prioridad, pero en una consideración ajena a la belleza utilitaria. En este territorio se sitúan dos obras notables, elegidas por la comisaria entre los fondos de “la Caixa”. Se trata de un limpio “paisaje” de Perejaume, del 85, resurrección posmoderna del Romanticismo nórdico, y un espectacular y contundente díptico en bronce de Günther Förg de 1988, cuyo propio peso se impone sobre el espectador, contaminando su mirada con una presencia algo ominosa. Se trata de dos ejemplos de un arte que se planteaba, en aquellos años ochenta, una eficacia real de la retórica plástica. Quizás por última vez.

CaixaForum Barcelona. 07/02/2019 a 20/05/2019
CaixaForum Zaragoza. 03/07/2019 a 27/10/2019
CaixaForum Sevilla. 28/11/2019 a 29/03/2020
Comisaria: Érika Goyarrola 

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