Si en 2007 el MNCARS ofrecía la gran retrospectiva de la artista lisboeta ahora se muestra una exposición de menor envergadura pero que acerca al espectador una serie de matices que en aquella apabullante antológica pudieron quedar en un segundo plano. Se diría que del macroconcierto de 2007 pasamos a una propuesta de menores proporciones pero más intimista que nos proporciona un diálogo muy cercano con la autora.
Comisariada por Marisa Oropesa y María Toral, se muestran una serie de telas clave de la autora y algunas piezas ‘mayores’, como la sobrecogedora “Oratorio” (2008-2009) –organizada como un verdadero retablo de humillación y dolor con la religión como fondo– y otras no menos poderosas, como el tríptico “Vanitas” (2006) o la desconcertante “Madre”, fechada en 1997, “El criado” (1994) o “Chica con un feto”, de 2005.
Junto a ellas aparece una nutrida selección de dibujos, tanto bocetos preparatorios como obras autónomas, que ofrecen de una forma clara, con su inmediatez, un ideario del pensamiento de Rego a través de las últimas décadas. A los años 80 perteneces una amplia serie de papeles centrados en diferentes operas: “La Bohème”, “El barbero de Sevilla”, “Rigoletto”, “Aída”, “La Traviata” o “Fausto”, de composiciones abigarradas que podrían relacionarse con el mundo del cómic y cuya ejecución despliega humor y desenfado.
Encontramos también las diversas traducciones iconográficas que la pintora lisboeta traza respecto de los “mitos fundacionales” que en la subjetividad y en la asunción de la identidad ha impreso a lo largo del tiempo la cuentística occidental; frente a ese manto de “alerta” respecto a los peligros que acechan a la infancia, Rego subraya cómo ese repertorio de historias, pretendidamente “educativo”, ha sido, en realidad, un extraordinario trasmisor de los valores dominantes, de la tiranía impuesta por el patriarcado, del clasismo, de la castración de la diferencia y un largo etc. que ha perfilado las conductas y ha modelado –y aún modela, si bien con nuevos formatos– la sumisión en esa fase clave de los primeros años de existencia.
Rego bucea en los cuentos y sus mensajes, transforma los agradables animalitos humanizados en seres turbadores, decididamente macabros u obscenos, indaga en la parte oscura de los miedos castradores que se imprimen en la infancia y perduran más allá de esta.
La literatura, el cine, la opera son algunas de sus fuentes pero se diría que por encima de cualquier referente narrativo la artista se detiene en el sufrimiento humano y especialmente en el de las mujeres. Así, la maternidad se ofrece en su lado más angustioso, aparecen las referencias a los abusos de todo tipo, a la violación, al extrañamiento de la reproducción, al aborto, y también a los abusos sobre la infancia. Pero la portuguesa nunca es adoctrinadora o dogmática, da a ver las miserias humanas desde una mirada cómplice con los perdedores, desde la comprensión de la parte terrible de lo humano. Y conmueve.
“Fabulas reales” muestra la evolución de su lenguaje desde la década de los años setenta hasta fechas recientes en ese trayecto hacia un realismo de contornos duros, de figuras que se imponen en el espacio, que emanan fuerza e intensidad como identidades que reclaman su lugar en el mundo. A veces sus personajes parecen pertenecer al pasado, otras se encuentran anclados en un tiempo indefinido, literario, como los personajes de una inquietante obra teatral.
El lenguaje de Rego ha ido evolucionando hacia una mayor fidelidad a lo real, mostrando su gran destreza con la figura humana y su poder para dotar a cada escena de registros espaciales, escenográficos, ambientales. Revela así su capacidad para narrar y traducir esos momentos donde la oscuridad de las relaciones humanas enrarecen el aire hasta convertirlo en irrespirable.
La exposición se acompaña de un cuidado catálogo con textos de las comisarias así como de Rosa Montero, Carmen Bernárdez y Catarina Alfaro, Conservadora jefe de la Casa Das Histórias Paula Rego, en Cascais.