En el área meridional de la isla de Manhattan se encuentra el barrio de Loisaida (término derivado de la pronunciación latina de Lower East Side), habitado tradicionalmente por puertorriqueños y rusos de origen humilde y, sólo en este nuevo siglo, por estudiantes, artistas y bohemios de bolsillo holgado. En esa transición entre el tópico del inmigrante desarraigado y harapiento y la cultura joven y agitadora se construyó la torre de Babel que es Gogol Bordello, allá hacia finales de los años noventa.
"Familia unbreakable", es el slogan spanglish que acompaña al tirachinas gigante, logotipo que preside el telón de fondo en esta Casa Gogol Tour, una larga gira que arrancó el pasado mes de febrero en un concierto a favor del Tibet en el Carnegie Hall de Nueva York, junto a artistas de la talla de Patti Smith, Iggy Pop o Regina Spektor. Efectivamente, estos nueve personajes componen una auténtica familia multiétnica, batidora de edades, géneros y nacionalidades, donde conviven músicos y artistas de origen ruso, ecuatoriano, etíope o israelí de primera o segunda generación, que en el escenario ofrecen un espectáculo salvaje y contagiosamente energético, como pudo comprobar el no excesivamente numeroso público congregado en la sala La Riviera de Madrid. Un público lleno de contrastes como estos músicos de vasta cultura (quien lo dude, sólo tiene que visitar la web oficial donde cada miembro recomienda tres películas, libros y discos) “disfrazados” de guerrilleros, vagabundos, raperos y punkis.
La crítica ha destacado la mayor paleta de influencias y riqueza melódica de su quinto disco, especialmente la del folklore brasileño, siendo éste el nuevo país de residencia del cantante y compositor principal, Eugene Hütz, a quien muchos recordarán por ser el coprotagonista de la película Everything is illuminated. De nombre Transcontinental Hustle –traducible como “bullicio” pero también como “timo” transcontinental–, en este último trabajo destacan poderosamente las letras (con títulos en castellano, inglés, portugués y curiosos híbridos como My Companjera, una de las canciones más celebradas por el público), donde confluyen las consignas revolucionarias marca de la casa con delirios metafóricos o referencias a Kafka y, claro, al propio Nikolai Gogol, autoproclamada principal influencia ideológica de la banda. Este cóctel lírico y sonoro se pierde en buena parte en el directo, una auténtica apisonadora sónica que invita a descargar adrenalina saltando y voceando puño en alto. La en ocasiones atronadora percusión provocó que las melodías del violín y el acordeón, fundamentales en el sonido de la banda, se diluyeran a veces tras el volumen salvaje de una batería propia de grupo de rock duro. No obstante, si en el directo las canciones pierden matices, a cambio doblan la intensidad y conexión directa con la audiencia, convirtiendo este espectáculo festivo en algo casi teatral, etílico e indómito como hacía tiempo no se veía por nuestro país. No por nada el propio Manu Chao (a quien Gogol Bordello suelen homenajear interpretando el gran éxito de su grupo Mano Negra, Mala vida) declaró recientemente que se veía capaz de tocar después de cualquier grupo de la galaxia menos la banda neoyorquina que nos ocupa, ya que estos dejaban a la audiencia tan «en llamas» que era imposible «bajarles» o «superarles».
Destacar, por último, que en esta gira les acompaña Mariachi el Bronx, una formación californiana donde milita el hijo del fundador de Los Lobos, David Hidalgo, que ha evolucionado desde el hardcore punk angelino de sus inicios hasta una reinterpretación muy original de la herencia musical de Jalisco.