Hace unos cuatro siglos se levantó en Mallorca la fortaleza sobre la que hoy se asientan los cimientos de Es Baluard Museu. El proyecto lo llevó a cabo el ingeniero renacentista Giovan Giacomo Paleari Fratino, quien también ideó múltiples fortificaciones situadas en el Mediterráneo y en el corazón de Europa. El hecho de pensar en murallas situadas en estos enclaves nos introduce, paradójicamente, en una línea de tiempo que sabemos cuándo empieza y que, lamentablemente, aún sigue su curso. Nos interesa dar visibilidad a la contradicción y a la paradoja que caracteriza la historia. De algún modo, presentamos un recorrido que nos acerca tanto a Frantz Fanon, reconociéndonos herederos de acciones colonialistas y de ocupación, como a las relaciones y denuncias que Foucault apuntó en Vigilar y Castigar. ¿Qué relación hay entre un baluarte, una cárcel y una escuela? Queremos escuchar, como diría Gayatri Spivak, las voces que existen al otro lado del muro.
El objetivo de esta exposición es abrir una reflexión desde nuestra contemporaneidad en torno a la necesidad de introducir elementos arquitectónicos, físicos y mentales, con el fin de justificar acciones políticas que auguren protección. Siguiendo este planteamiento, acercamos las preguntas al objeto que quiebra nuestra seguridad: ¿de qué o de quién nos protegemos?
La exposición se organiza en tres áreas diferenciadas que permiten ahondar en la dicotomía que se cierne sobre los motivos por los que se construyen estructuras de defensa. Como se subraya a lo largo del recorrido expositivo, aquello de lo que solemos defendernos no tiene que ver con una agresión física, sino más bien, con el miedo que provoca la cercanía y la asimilación de ideas ajenas o, mejor dicho, con aquello que puede modificar nuestros modos de pensar y hacer.
La muestra presenta un primer espacio que, a modo de introducción, engloba obras que nos acercan a distintos momentos históricos en los que, por un lado, se refleja la necesidad de levantar fortificaciones y, por el otro, permite plantearnos cómo las conexiones con el pasado son más de las que imaginamos. El fresco de la Conquista de Mallorca (s. XIII), reproducido por primera vez para la exposición, nos plantea contradicciones ¿a quién protege la muralla? A través de planos de distintas épocas e iconografías varias, nos aproximamos a escenarios en los que el miedo al otro se hace presente.
El segundo ámbito plantea el doble juego que se esconde tras antiguas fortificaciones y actuales muros. Desde los barrotes de Juan Genovés o Peter Halley, nos situamos en el muro que separa Palestina e Israel de la mano de Lida Abdul y Roy Dib. La sala se cierra mediante la intervención de Kemang Wa Lehulere y una serie de documentos procedentes, en su mayoría, del Archivo Intermedio Militar de Baleares. Se incide en la necesidad de mantener vivas las memorias, así como de conservarlas y reactivarlas. Por este motivo, desde el departamento de educación se han llevado a cabo una serie de entrevistas a ciudadanos/as que han vivido en primera persona las transformaciones del baluarte y su diversidad de usos.
Por último, planteamos conexiones con el presente más inmediato de la mano de María Jesús González y Patricia Gómez, Antoni Muntadas, Mounir Fatmi y Petrit Halilaj: miedo a las ideas, pandemias, cárceles, muros y fronteras. En un momento en el que los Museos son y han de erigirse como espacios de encuentro y acogida, de cuidado y afectos, hay que pensar qué estructuras físicas y mentales bloquean la posibilidad de convertirse en comunidad.
Artistas: Lida Abdul, Marwa Arsanios, Roy Dib, Mounir Fatmi, Jorge García, Juan Genovés, Leo Gestel, Patricia Gómez & Mª Jesús González, Petrit Halilaj, Peter Halley, Mestre de la conquesta de Mallorca, Antoni Muntadas, Daniela Ortiz, Tommaso Realfonso, Wolf Vostell, Kemang Wa Lehulere
Comisariado: Imma Prieto y Pilar Rubí
Hasta: 26 de septiembre
Fotografía: Muntadas, Closed/Locked, 2020. Cortesía del artista © Antoni Muntadas, VEGAP, Illes Balears, 2021
El Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque expone "El crimen perfecto".
Señala Jean Baudrillard que, si no existieran las apariencias, el mundo sería un crimen perfecto, es decir, sin criminal, sin víctima y sin móvil. Un crimen cuya verdad habría desaparecido para siempre, y cuyo secreto no se desvelaría jamás por falta de huellas. En un mundo donde cada vez se anuncian más incendios, más nevadas, más sequías, más inundaciones y una mayor deforestación no hay más crimen que quedarse mirando, sentados al borde de ese abismo.
Deberíamos empezar por preguntarnos si es posible que la civilización misma sea una trampa. Sociedades altamente civilizadas dejaron atrocidades como el circo romano, los sacrificios aztecas, las hogueras de la Inquisición o los campos de concentración nazis. Ronald Wright, en su Breve historia del progreso, advierte cómo los salvajes nunca llegaron a tanto. La civilización es un bien precario, máxime cuando unas destruyen y expulsan a otras sin cesar.
No está demás preguntarse de vez en cuando de dónde venimos, qué somos y adónde vamos. Porque el progreso infinito, sin límites y sin final aparente, provoca una suerte de paradoja: los problemas del progreso material únicamente semejan poder resolverse con más progreso. La pregunta es si hemos aprendido las lecciones del pasado y somos verdaderamente conscientes de cómo muchas civilizaciones desaparecieron víctimas de sus propios éxitos.
Artistas como Alberto Baraya, Gabriela Bettini, Sandra Cinto, Christian García Bello, Mona Hatoum, Cinthia Marcelle, Susana Solano, Baltazar Torres o Françoise Vanneraud nos muestran cómo nuestro paraíso terrenal se ha convertido en un paraíso perdido, más allá de las apariencias. Esa suerte de naufragio nos concede la dimensión del mundo, una realidad que se desquebraja y con ella la utopía, como las grietas de una piscina. Pero lejos de ser un Apocalipsis sin Apocalipsis, el camino a la solución es ser consciente del problema. Porque es la falta de consciencia la que nos condujo a un aparente callejón sin salida, desde el accidente a escala planetaria a las catástrofes de la intimidad, que lejos de ser exclusivamente físicas se asientan en la dificultad de vivir esa condición interior.
Si algo puede aportar el arte es la capacidad que tiene para cuestionar lo que nos rodea, para hacerse preguntas acerca del espacio y del tiempo, para interrogar y cuestionar nuestra percepción del mundo. Solo así podemos entender que en el crimen perfecto el crimen es la propia perfección, y si extrapolamos esta máxima a nuestro mundo contemporáneo y sus ecosistemas necesitamos empezar reconociendo que hemos sido al mismo tiempo asesinos y víctimas de un crimen carente de motivación y de autor consciente, culpabilizando siempre a otro que podríamos ser nosotros mismos. Únicamente desde esta consciencia colectiva, dejando de asumir los hechos como si fuesen irreversibles, podremos estrechar la paz con la naturaleza y con la vida para evitar ese crimen perfecto y vislumbrar alternativas.
Artistas: Alberto Baraya, Gabriela Bettini, Sandra Cinto, Christian García Bello, Mona Hatoum, Cinthia Marcelle, Susana Solano, Baltazar Torres, Françoise Vanneraud.
Comisariado: David Barro
Hasta: 18 de julio de 2021
Foto: Obra de Gabriela Bettini
El Museo Reina Sofía presenta “Meridiano de Madrid: sueño y mentira”, un proyecto de Pep Agut (Terrassa, 1961), creado específicamente para el Palacio de Cristal del Parque del Retiro, en el que el artista reflexiona sobre el contexto histórico en el que fue construido el Palacio (diseñado por Ricardo Velázquez Bosco) entre los años 1884 y 1887 para la Exposición General de las Islas Filipinas e inspirado en el Crystal Palace de Joseph Paxton de Londres (1851).
El título de la muestra hace referencia a dos aspectos cruciales para el desarrollo de la exposición. Por un lado, tenemos el “meridiano de Madrid”, que tiene su origen en el año 1884, cuando en octubre tuvo lugar en Washington la Conferencia Internacional en la que se aprobó establecer un meridiano único de referencia, tangente con el Real Observatorio de Greenwich. España promovió en ese mismo año un intento, fallido, de crear un meridiano local 0º de Madrid (3º 41´ 16´´ al oeste de Greenwich, 14 minutos y 41 segundos por delante de aquel). Este meridiano de Madrid fue tomado también como referencia en el catálogo de la Exposición General de las Islas Filipinas, inaugurada en 1887. El desastre de 1898 hizo del todo insostenible un meridiano propio; no obstante, en 1942, España, por decisión de Francisco Franco adopta finalmente el huso horario del meridiano de Berlín, por el que todavía se rige hoy en día.
Ese texto del catálogo editado por el gobierno español para la Exposición General de las Islas Filipinas ha sido una de las fuentes principales de inspiración para Agut a la hora de realizar este proyecto; junto con la obra de dos ilustres artistas españoles que viene a completar, además, la segunda parte del título de la muestra: “sueño y mentira”. Se trata de Goya y “El sueño de la razón produce monstruos” (1799), y de “Sueño y mentira de Franco” (1937) de Pablo Picasso.
En la exposición se pueden ver varias columnas de escayola distribuidas por el suelo, que reproducen las originales del Palacio, cuyos moldes están hechos en seis partes de las que solo se han montado dos: “A partir de la estructura central donde se encuentran estas dos columnas, se van construyendo espacios para expresar diferentes grupos de ideas”, cuenta Agut. Los objetos resultantes no dejan de ser una huella del proceso para su construcción, y esa disposición horizontal resta al origen arquitectónico del Palacio todo rastro de funcionalidad. La individualidad de cada columna o la de cada una de las partes y secciones surgidas de sus moldes se completa con una serie de inscripciones realizadas por el artista, que comparte herramienta, el buril, con los grabados de Goya y Picasso, sobre todo con los aguafuertes mencionados previamente: “El sueño de la razón produce monstruos” (1799) del primero o “Sueño y mentira de Franco” (1937) del segundo, uno de los trabajos preliminares para Guernica. Pep Agut se apoya y continúa de esta manera aquella línea de ese pensamiento crítico desde las artes hacia unas circunstancias políticas que lastran al conjunto de la sociedad.
Al mismo tiempo, junto a cada grupo de columnas, Agut ha dispuesto un amplio conjunto de tubérculos de escayola creados a partir de moldes extraídos de raíces naturales, algunos de origen norteamericano y filipino, como los siete que se encuentran en la estructura central. Agut los asocia sarcásticamente (los llama "Franquitos") con las que se aprecian en la representación que Picasso hizo del dictador en las dieciocho pequeñas viñetas que conforman los grabados mencionados.
En definitiva, en “Meridiano de Madrid: sueño y mentira”, Pep Agut reflexiona sobre todas estas circunstancias desde el momento presente, y nos invita a releer y experimentar aquellos tiempos y sus amplias similitudes con lo que vivimos en la actualidad.