En el Pabellón Villanueva del Real Jardín Botánico se rinde homenaje a la figura de Eduardo Arroyo con El Buque Fantasma, una exposición que reúne sus últimas obras.
El pasado 14 de octubre fallecía en Madrid Eduardo Arroyo, uno de los artistas más completos y destacados de la historia del arte contemporáneo español.
El madrileño se encontraba inmerso, a sus 81 años, en la preparación de la que acabaría por convertirse en su exposición póstuma, Eduardo Arroyo. El Buque Fantasma, un homenaje al universo creativo del autor que reúne 38 obras, entre escultura y pintura, creadas por Arroyo desde el año 2000.
La exposición, coproducida junto a la Fundación ENAIRE y comisariada por Fabienne Di Rocco, pone el broche final a una trilogía expositiva que empezó en 2017 en la Fundación Maeght de Saint-Paul-de-Vence (Francia) y continuó en 2018 en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.
Las obras que se reúnen en esta muestra corresponden a un periodo fecundo y de gran vitalidad en la biografía de un artista que siempre estuvo al pie del cañón -en los últimos años, más que nunca-, demostrando su constante creatividad y realizando algunas de sus obras más significativas.
El título de la exposición proviene del último cuadro pintado por Eduardo Arroyo en julio de 2018 en su taller de Robles de Laciana (León). Como señala la comisaria de la muestra, "a partir de la famosa leyenda del marinero maldito recreada en la música de Richard Wagner, Arroyo inventa una gran composición en forma de fantasía literaria donde el amarillo y los colores primarios compiten con la máscara negra del personaje de Fantômas, que juega como en un jeroglífico contra otros fantasmas presentes en la exposición".
Junto con la alegoría wagneriana, la obra de Arroyo está plagada de referencias literarias, teñidas de color y de altas dosis de ironía. Dorian Gray, Moby Dick y su pulso con el capitán Ahab, Don Juan Tenorio, Falstaff, Madame Butterfly o Doña Inés aparecen recogidos en las obras de Arroyo que componen esta muestra, que también referencia, de nuevo desde el humor, a Unamuno o La guerra de los mundos.
La exposición se completa con la proyección de la película Arroyo. Exposición individual, producida en 2011, en la que el artista realiza un extenso y apasionante monólogo de 24 horas de duración.
Además, acompañando a la muestra se ha editado el libro Eduardo Arroyo. El Buque Fantasma, con 41 imágenes y dos textos de la comisaria, Fabienne Di Rocco, y del escritor Julio Llamazares.
Cámara Oscura presenta la exposición Colectiva Faces, bajo el comisariado de Juan Curto.
John Cassavetes dirige en 1968 la película “Faces” con Gena Rowlands como mayor atractivo en el reparto. “Faces” se convierte en una película de culto frecuentemente seleccionada entre los mejores largometrajes de la historia del cine, y que ha influenciado a cineastas como Martin Scorsese, Woody Allen, Robert Altman, Michael Hanneke, y en los 90 el movimiento “Dogma” liderado por el director danés Lars von Trier. Esta cinta de “excesos” sigue los presupuestos del denominado cinema-verité inventado por Jean Rouch e influido por Dziga Vertov y Robert Flaherty. Este “cine de la verdad” es una apoteosis de contradicciones pues postula la intervención del director -como autor- y a la vez su carácter documental siempre con el objetivo de la búsqueda de la autenticidad. El carácter confrontacional, improvisado, e intervencionista de la cámara y el cineasta sobre el actor resulta en películas tan provocadoras, descarnadas, y transgresoras como “Los idiotas”, “Celebración” o “La cinta blanca”.
Este proyecto sobre la retratística fotográfica del rostro –face– se desarrolla sobre tres ejes: la relación entre la fotografía primitiva del siglo XIX y la contemporánea, el binomio documento-relato, y la contraposición entre el retrato y el autorretrato. Los daguerrotipos y ambrotipos son quizá los retratos con mayor carga de verdad de la historia de la fotografía, ya que los retratados se enfrentaban por primera vez al artefacto, a la cámara, y sus miradas son de una frescura, un asombro, y una expectativa extraordinarios, y me atrevo a decir que inigualados posteriormente. Por primera vez en la historia cualquier persona podía dejar una huella fidedigna de su paso por el mundo, algo solo al alcance de unos pocos privilegiados hasta entonces: aquellos que podían pagar un retrato pintado.
A partir de ahí se da un salto de más de un siglo hasta encontrarnos con la obra de artistas contemporáneos con una aproximación al rostro muy diversa, desde el documental a la fotografía escenificada, y desde el “otro” al fotógrafo-artista que es a la vez sujeto y objeto fotográfico, y por tanto un homo photographicus en la acepción planteada por Joan Fontcuberta, pero muy alejada de la hegemonía totalitaria del selfie.
Los artistas de la galería seleccionados son “investigadores” del rostro humano. Roger Ballen (Nueva York, EEUU, 1950) transita las fronteras del documento y la narrativa con la maestría de un clásico. Jamie Baldridge (Louisiana, EEUU, 1975) juega con mundos inventados entre lo atávico y lo tecnológico. Por su parte, Elina Brotherus (Helsinki, Finlandia, 1972) indaga en los territorios de lo biográfico con las “art ideas” de John Baldessari. Julia Fullerton-Batten (Bremen, Alemania, 1970) es una virtuosa de la puesta en escena de relatos históricos y autobiográficos. Por último, Ellen Kooi (Leeuwarden, Holanda, 1962) fija su mirada en la psicología de la infancia como único baluarte posible de la autenticidad.
TEA Tenerife Espacio de las Artes, a través del Centro de Fotografía Isla de Tenerife, inaugura el jueves 20 de diciembre, a las 20:00 horas, la exposición Cebrián Poldo Cebrián: Dos generaciones (1949-2019).
Tal vez por su decidido compromiso con la búsqueda de un lenguaje singular en el contexto de la escena artística canaria y su obsesiva labor creativa en el ámbito de la imagen, la figura de Poldo Cebrián (La Palma, 1948) ha merecido el reconocimiento a una labor de gran alcance en el marco de la experimentación fotográfica.
La suya ha sido una trayectoria ligada a uno de los nombres propios de la fotografía española del siglo XX: Cebrián. Dos fotógrafos marcados por dos generaciones, pero que comparten, más allá de un nombre, la búsqueda de una voz propia y la misma fascinación por llevar a la imagen fotográfica, con ojos de niño, la sorpresa del mundo que les tocara vivir.
Desde que en 1949 naciera su primer estudio en la isla de La Palma, Cebrián (Burgos, 1919 - Tenerife, 1999) nos ha dejado en herencia un valioso archivo fotográfico de toda una vida dedicada a aquello que realmente movía su espíritu inquieto y creador: ser fotógrafo, labor que emprendería, a toda costa, incluso renunciando a una posición menos arriesgada. A partir de este instante y, con algunos conocimientos que pronto evolucionarían gracias a su deseo de transformar en imágenes todo lo que motivara su sensibilidad, Cebrián incrementa su curiosidad por la fotografía.
Estos dos “obreros de la fotografía”, han abordado desde sus diferentes perspectivas diversos temas que les son comunes: la mirada sobre el paisaje atlántico y sus habitantes, la sobreabundancia de la Naturaleza insular, así como otros motivos a los que ambos han dedicado buena parte de su producción: el desnudo y el enardecimiento de la belleza del cuerpo; el retrato de los protagonistas de su época o las escenas cotidianas de un tiempo siempre recomenzante.
Esta exposición a dos voces, ofrece un recorrido antológico por setenta años de labor fotográfica, reuniendo más de un centenar de obras de ambos artistas. Se trata, así pues, de toda una celebración de la producción fotográfica realizada desde las Islas, coincidiendo con el centenario del nacimiento de quien fuera uno de los grandes protagonistas de la fotografía en Canarias.