Del 11 al 16 de abril de 2015 tendrá lugar el Festival Internacional de Cine y Educación de Madrid, que tiene como meta crear puentes útiles entre el mundo del cine y el de la educación. A través de él, se busca dar un vuelco al modo en que están presentes las películas en las aulas, de modo que la oferta cinematográfica con contenidos y valores sea más accesible para los alumnos.
Esta segunda edición del festival rinde tributo a Charles Chaplin, se podrá ver Tiempos modernos y otros títulos que homenajean al cineasta británico. Otros de los filmes que se podrán ver este año incluyen sus particulares homenajes al realizador, como Adiós, muchachos (lunes, 13 de abril a las 12.00 en CaixaForum), y La oveja Shaun. La película (en la gala inaugural, sábado, 11 de abril en Cines Conde Duque Santa Engracia).
Un total de 12 largometrajes inéditos en salas comerciales en Españay dos grandes clásicos ideales para ser manejados por los profesores de Secundaria en las aulas y fomentar la cultura audiovisual entre los estudiantes componen la programación de la segunda edición de Educacine, Festival Internacional de Cine y Educación de Madrid, que tendrá lugar del 11 al 16 de abril. Las proyecciones tendrán lugar en CaixaForum y en los cines Conde Duque Santa Engracia.
Por la mañana tendrán lugar las sesiones para alumnos, acompañados por profesores, y por la tarde, las películas estarán dirigidas a profesores, profesionales de la educación y público general interesado por la enseñanza. Participarán en las presentaciones y coloquios de cada film expertos, cineastas relacionados con cada uno de los títulos y representantes de instituciones. Las entradas pueden solicitarse en la página web del festival.
La Zinemateka de AlhóndigaBilbao dedica un ciclo a Roberto Rossellini, uno de los principales representantes del neorrealismo y maestro del cine moderno europeo.
En ‘Viva Rossellini!' se proyectarán 18 de los títulos más importantes de su filmografía, muchos de los cuales fueron el punto de arranque del cine moderno que después desarrollarían cineastas con Antonioni, Cassavetes, Bergman o los maestros de la Nouvelle Vague.
En el trabajo de Roberto Rossellini es común la ‘inocente' búsqueda de las grandes verdades de la humanidad: está detrás de sus películas más célebres, las más complejas y las más criticadas; las que se centraban en la terrible situación de su país tras la Segunda Guerra Mundial, pero también las que apuntaban con la precisión de un cirujano hacia las grietas en la confianza de una pareja. Rossellini es tan importante, no por haber sacado las cámaras a las calles de Roma para recoger lo que había de verdad en ellas tras la victoria aliada, sino por tratar en todo momento de poner al espectador ante la realidad.
El recorrido de este ciclo se inicia con dos de sus grandes películas, frecuentemente definidas como fundacionales del movimiento Neorrealista (‘Roma, città aperta' y ‘Paisà'), para finalizar poco antes de que Rossellini operara en su carrera un nuevo giro hacia producciones para la televisión.
Del 4 de febrero al 16 de abril.
En colaboración con el Festival de Cine Europeo de Sevilla, el CAAC acoge la obra del cineasta experimental austriaco Martin Arnold (Viena, 1959), quien hace reflexionar al espectador a través de efectos visuales vanguardistas que le llevan a “jugar para producir nuevos significados” en la imagen. Es conocido por sus experimentos y reelaboraciones de found footage o películas de metraje encontrado.
Este proyecto muestra una selección de obras que tienen como finalidad expositiva inestabilizar al espectador con su “singular deconstrucción” cinematográfica. Reapropiándose de clásicos, Arnold utiliza como materia prima películas bien reconocibles –principalmente cine de Hollywood y dibujos animados de Disney– buscando desenterrar patrones escondidos a través de una singular manipulación que da de sí resultados casi sobrenaturales en su extrañeza, y que revelan los sueños, esperanzas y tabúes de la época y de la sociedad que las creó.
En palabras del teórico Steve Anker “Oscuras ironías recorren subterráneamente toda la obra de Arnold, que en sus más recientes trabajos destripa las siniestras entrañas de una de las formas mas populares de entretenimiento familiar: la animación”. Sus piezas están compuestas de figuras fragmentadas cuya anatomía es ya irreconocible hasta el punto de parecer marionetas teledirigidas. Manos que se retuercen, lenguas que bailan, ojos que parpadean y bocas que roncan, moviéndose como fantasmas sobre un fondo negro como un abismo, en el cual las partes del cuerpo desaparecen y reaparecen inquietantemente. Escenas inofensivas que se transforman en espeluznantes secuencias, que encierran frustración, miedo y agresividad, así como un desconcertante componente erótico y cierta vulnerabilidad.
“Todas las películas de Mickey Mouse se basan en la idea de dejar el hogar para aprender lo que es el miedo”, decía Walter Benjamin a propósito de las similitudes entre los dibujos animados y las películas de terror. Así abandonan las instalaciones de Arnold el hogar de lo conocido y lo confortable, para adentrarse en las escalofriantes profundidades –no exentas de un negro sentido del humor – bajo la superficie clara y cristalina de esos dibujos animados con los que todos hemos crecido.