El próximo jueves día 23 de enero, a las 8 de la tarde, se presenta en la Galería Ponce+Robles de Madrid la caja de los sueños... de Ricardo Calero.
La síntesis de este proyecto Sueños en el mar, se presenta en una caja-objeto, de edición limitada, que incluye la película Inundar el mar, (que es el resultado de acciones realizadas por Calero a lo largo de doce años, 2001-2012 en distintos lugares del mar y la costa del Sur de España, límite y frontera de un continente), así como un libro que recoge reflexiones de 16 escritores y una escultura-memoria del “viaje…”
El diseño de esta caja-objeto ha sido realizado por Isidro Ferrer.
Contiene:
Un DVD con el vídeo Inundar el mar...
Una escultura – lágrima.
Un libro que recoge poemas y reflexiones de: Alfonso Armada, John Berger, Pati Blasco, Antón Castro, Juan Cruz Ruiz, Rafa Doctor, Nezha El Hajjaji, Iguázel Elhombre, Lourdes Fajó, Juan Gelman, Ángel Guinda, Carmen Magallón, Ángel Petisme, Miriam Reyes, Helena Santolaya y Grassa Toro; textos escritos o seleccionados especialmente por sus autores para este proyecto.
Incluye un pequeño fragmento de pasaporte rescatado del mar, y un DVD con un tratamiento audiovisual de los dieciséis textos.
Se completa con un texto de introducción de David Barro.
Se han editado, para su difusión internacional, tan solo: 78 ejemplares (equivalente a los pasaportes rescatados) numerados y firmados del 1 al 78. Se han editado también 32 ejemplares H.C. exclusivos para los colaboradores del proyecto, numerados del 1 al XXXII.
La Casa de Velázquez acoge la exposición La Bolsa y la Vida en la que, algunos de sus becarios actuales y otros que lo fueron en décadas pasadas –como José Morea, Juan Fernández Lacomba o José María Bermejo– se homenajea aa José Guerrero (fue becario de la Casa de Velázquez a finales de los años cuarenta) como tributo en el centenario de su nacimiento.
Aunque el arte alimenta nuestros cinco sentidos y reconforta el espíritu, ni siquiera los intentos que trataron de democratizarlo durante el siglo XX a través de las ediciones de obras seriadas –grabados, serigrafías, xilografías y litografías, principalmente– consiguieron acercarlo definitivamente a todas las clases sociales y todavía hoy sigue siendo un bien de consumo que está al alcance de muy pocos y que, además, rara vez sale de las galerías de arte, ya vendido, envasado en una humilde bolsa como cualquier otro producto que podamos comprar en todo tipo de comercios.
Sin embargo, a finales de los años 60 el pintor José Guerrero (Granada, 1914 - Barcelona, 1991), que ya estaba totalmente integrado en la vida artística neoyorkina y en plenitud de sus recursos formales, decidió experimentar con nuevos soportes y recursos técnicos, en una vuelta de tuerca más sobre el “objet trouvé” duchampiano, y creó una serie de obras que rompían con la constante bidimensional que había marcado su trayectoria artística. Y de ese afán por transitar territorios desconocidos surgió una serie de obras formal e iconográficamente en línea con lo que eran sus dibujos y pinturas del momento, pero a la postre muy rompedora, con bolsas integradas en sus pinturas que le daban una nueva dimensión –en toda la extensión de la palabra– a su trabajo.
Partiendo de este hecho, y para darle forma a esta exposición, LA BOLSA Y LA VIDA, se ha convocado a un extenso grupo de creadores contemporáneos para que, a modo de homenaje al pintor granadino en el centenario de su nacimiento –a celebrar a lo largo de 2014– salven de su previsible destino final una de las bolsas que han llegado a sus vidas al realizar alguna compra y la intervengan para convertirla en una obra de arte subvirtiendo los papeles de continente y contenido.
El Museo del Prado presenta la exposición Las Furias. De Tiziano a Ribera, que podrá visitarse hasta el próximo 4 de mayo.
Las Furias aparecen como conjunto en la historia del arte en 1548, cuando María de Hungría encargó a Tiziano para su palacio de Binche, a las afueras de Bruselas, cuatro lienzos con los personajes de Ticio, Tántalo, Sísifo e Ixión identificados como los príncipes alemanes que se habían alzado contra su hermano, el emperador Carlos V, y a quienes había derrotado un año antes en Mülhberg.
En España se conoció como Furias a cuatro moradores del Hades greco-latino, al que habían sido condenados por haber desafiado a los dioses: Ticio, cuyo hígado devoraba un buitre por intentar violar a una amante de Zeus; Tántalo, castigado a procurarse en vano alimento por servir a su hijo de festín a los dioses; Sísifo, condenado a portar una enorme piedra por haber delatado las infidelidades de Zeus; e Ixión, castigado a dar vueltas sin fin en una rueda por querer seducir a Hera. El título Furias es en realidad fruto de una confusión. En puridad, las Furias eran unos personajes femeninos, personificación del castigo y la venganza, encargados de velar porque los condenados en el Hades cumplieran sus castigos, pero en España, desde el siglo XVI, se conoció con este nombre a los lienzos que Tiziano dedicó a Ticio, Ixión, Tántalo y Sísifo, utilizándose desde entonces el termino Furias para designar esta temática.
Durante los 120 años posteriores al encargo de María de Hungría a Tiziano, el tema de las Furias disfrutó de notable fortuna y asumió otros significados además del político inicial. Desde finales siglo XVI se consideró un asunto idóneo para ilustrar la dificultad máxima en el arte al tratarse de enormes figuras desnudas en complicados escorzos y representar el dolor extremo, de ahí que fueran elegidas por grandes artistas como Rubens y Goltzius o Van Haarlem para demostrar su talento, o Ribera y Rombouts para visualizar la estética del horror que recorría entonces Europa. Sin embargo, tras su apogeo napolitano con Ribera y veneciano con Langetti, hacia 1680 la temática de las Furias comenzaba a dar signos de agotamiento hasta ser reemplazada en 1700 por otros asuntos que permitían a los pintores planteamientos similares.