La Fundación Juan March inicia su temporada de exposiciones con la exposición Depero futurista (1913-1950), dedicada a la obra y la figura de Fortunato Depero (Fondo, provincia de Trento, 1892 - Rovereto, 1960) y que, a través de ella, quiere plantear una visión renovada de la que ha sido llamada "la vanguardia de las vanguardias": el futurismo italiano.
El movimiento plástico y literario cuyo pistoletazo de salida fuera el manifiesto publicado por Filippo Tommaso Marinetti el 20 de febrero de 1909 en el periódico parisino Le Figaro ha pasado a la historia por la radicalidad de sus propuestas. Los efervescentes años fundacionales del movimiento, entre 1909 y 1915, supusieron, efectivamente, una novedosa y dinámica contribución a la plástica y la literatura europeas, marcada finalmente por la Primera Guerra Mundial, que supuso una cesura por la entrada en combate de muchos futuristas y la muerte de Umberto Boccioni, entre otros.
Fortunato Depero, por su parte, había viajado a Roma y conocido a Marinetti ya en 1913. Allí conocería a Boccioni, y el contacto con este y con Giacomo Balla provocaría un cambio radical en su producción artística: a principios de 1915 Depero sería oficialmente admitido en el movimiento futurista, del que se consideraría parte hasta el final de su vida, casi dos décadas después de la muerte de Marinetti en 1944. Talento múltiple de obra polifacética, cosmopolita e italianísimo, incansable trabajador, Depero es menos conocido en el contexto internacional de lo que debiera serlo a la vista de la significación real de su obra en la evolución interna del futurismo y de la enorme actualidad de su trabajo.
Esa convicción ha animado el proyecto Depero futurista (1913-1950), que pretende mostrar, a través de una amplia selección de casi 300 obras -objetos, documentos y fotografías de Depero y otros artistas-, procedentes de instituciones y colecciones internacionales, publicas y privadas, la obra de Depero en su totalidad: por una parte, mostrar al “Tutto Depero” (así tituló el propio artista uno de los últimos balances personales de su obra), y, por otra, presentar a Depero como la figura esencial que es para entender tanto la evolución del movimiento futurista hasta el final de los años cuarenta como su actualidad en el siglo XXI.
El Museo Lázaro Galdiano presenta la exposición Abanicos del siglo XVIII en la Colección Lázaro que, comisariada por Carmen Espinosa, conservadora jefe del Museo Lázaro Galdiano, se compone de una cuidada selección de treinta piezas correspondientes a la edad de oro del abanico, elemento fundamental del adorno personal femenino, signo de distinción y de lujo.
La gran variedad de abanicos que atesoró José Lázaro es muestra de su incansable búsqueda como coleccionista, de meses e incluso años, para encontrar piezas con las que obsequiar a su esposa, Paula Florido, desde que la conoció en 1901.
Los ejemplares expuestos en la muestra constituyen un excelente repertorio que permite al visitante apreciar la evolución de este complemento femenino. Se muestran obras tempranas, del primer tercio del siglo XVIII, donde las referencias al barroco clasicista son evidentes; piezas en las que vemos cómo se va fraguando el gusto rococó que dio lugar al abanico galante, fiel reflejo de la vida refinada y placentera de los nobles y burgueses europeos del segundo tercio de la centuria; y otras de estructura sencilla, pero de calidad, que nos adentran en el estilo neoclásico y la moda Imperio.
El Museo ABC presenta una exposición que reúne más de 100 dibujos de la colección de Francisco Sancha, retratista y cronista de la calle por excelencia.
Sancha fue uno de los dibujantes españoles más populares de las tres primeras décadas del siglo XX, especialmente por las estampas costumbristas madrileñas que realizara para el semanario Blanco y Negro entre los años 1904 y 1911. Ese periodo, el de su mayor reconocimiento, estuvo delimitado por una estancia previa en París, donde colaboró con las mejores cabeceras satíricas del momento, y una estancia posterior en Londres durante la Primera Guerra Mundial, en la que sus obras más significativas fueron sus trabajos anti germánicos. A su regreso en 1922 a Madrid, ciudad de la que se sentía hijo adoptivo —pese a haber nacido en Málaga en 1874—, trabajó hasta la extenuación en diversos medios, entre los que siguieron estando las cabeceras del grupo editorial Prensa Española, si bien su estrella fue declinando ante el empuje de las vanguardias.
Su carácter bohemio y generoso le hizo vivir siempre con la angustia de no poder proporcionar una vida digna a su esposa, Matilde Padrós, una de las primeras mujeres universitarias españolas, y a sus cinco hijos. Murió en la cárcel de Oviedo, donde trabajaba para el diario socialista Avance desde poco antes del estallido de la Guerra Civil en 1936. El Museo ABC conserva 902 dibujos de Francisco Sancha en su colección