La Galería Espai Visor acoge la exposición A chupar del bote. Fotografías 1974-76 de Ximo Berenguer.
La historia de la fotografía sigue deparando sorpresas. Cuando creemos tenerlo todo bien cuadrado surge el archivo de un humilde jardinero (Charles Jones) que demostró su amor a las flores que cultivaba para un lord inglés en magníficas e ignoradas fotografías, o el descubrimiento de una niñera excéntrica (Vivian Maier) que expandió calladamente nuestra noción de street photography. Sin pretender cotejarlo a esos casos célebres, toca ahora recabar el reconocimiento que merece la figura de Ximo Berenguer (1946–1978), prácticamente olvidada desde su temprana desaparición y solo recuperada recientemente merced a azarosas circunstancias.
Joven fotógrafo valenciano que frecuentó los cenáculos amateurs locales de su época, el talento soterrado de Ximo Berenguer empezó a despuntar al instalarse en Barcelona en 1966 a fin de iniciar estudios de fotografía en la Escuela Industrial. Abandonó entonces la estética del salonismo para adoptar un reportaje directo y descarnado. Admirador tanto de Cartier-Bresson y Brassaï, cuya obra descubrió en la biblioteca de la Agrupación Fotográfica de Cataluña, como de algunos heterodoxos surgidos de esa entidad como Miserachs, Maspons o Colom, Berenguer se propuso erigirse en testigo gráfico de la conflictiva efervescencia social que agitaba el país. Sus imágenes pasaron entonces a “rehuir todo sentimentalismo superfluo para atrapar el alma fugaz de la historia”, según palabras de Josep Mª Casademont, director de la revista “Imagen y Sonido” y uno de sus más incondicionales mentores. El grupo AFAL y sobre todo Leopoldo Pomés –cuyo libro Les fenêtresactuó de revulsivo– constituyeron otras referencias claves: tanto fue así que a principios de 1973 el joven Berenguer se armó de valor, reunió un puñado de sus fotografías que consideraba “modernas” y fue a enseñárselas a su ídolo con ánimo de ganarse una plaza en su estudio como aprendiz. Con su primer sueldo se compraría la cámara Pentax SL que utilizó hasta el final de su vida.
En esa época se vinculó a los activos ambientes noctámbulos y contraculturales de la ciudad. Su espíritu contestatario y su condición homosexual le llevaron a congeniar con el grupo de los Ocaña, Nazario, Picarol, Mariscal, los hermanos Farriol y tantos otros protagonistas del underground barcelonés. Berenguer no vivió esa adscripción como una “militancia” sino como una relación de camaradería espontánea al compartir tugurios y marginalidad, que sin duda propulsaría la radicalidad de sus propuestas. El espíritu lumpen y libertario del grupo contrastaría con el glamour burgués de la gauche divine, hegemónica entonces como inteligencia local: sin ningún tipo de amarras, Berenguer y sus amigos solo aspiraban a la supervivencia y a la libertad.
El corpus del legado fotográfico de Berenguer que se ha recuperado es reducido, unos quince mil negativos y trescientos tirajes de época en diferentes formatos. Aquí se presenta una selección del trabajo realizado en el famoso music hall “El Molino” a mitad de los 70’s. En 1975 Berenguer inició una relación con el bailarín cubano Negrito Poli, que había sido contratado como coreógrafo de “El Molino”. Por medio de ese contacto Berenguer pudo realizar una inmersión fotográfica en el universo particular de ese teatro de variedades, gozando de total acceso al local y de la intimidad con sus protagonistas. Casademont le alentó a acometer un reportaje en profundidad que le permitiera presentar una maqueta de libro para la colección “Palabra e Imagen” de Lumen, por la que ya habían transitado Masats, Ontañón, Maspons+Ubiña, Colita, etc.
Las fotografías fueron realizadas mientras la compañía representaba la obra “A chupar del bote” y efectuaba los ensayos del que sería el siguiente espectáculo, “Taxi al Molino”. Como era preceptivo en el teatro de variedades, el espectáculo se componía de una sucesión de números que indefectiblemente hacia desfilar a cantantes folclóricas, ilusionistas, cómicos, bailarinas burlesque, striptease, etc. aunque siempre el plato fuerte lo constituía la interacción entre los actores y el público, que se deleitaban enzarzándose en diálogos picantes. Muchas representaciones satirizaban situaciones de la actualidad y el espectáculo terminaba con el apoteosis de toda la compañía sobre el escenario rindiendo pleitesía a las vedettes ataviadas con sus plumas y trajes de lentejuelas, y todos cantando “A chupar del bote / hasta que se agote / a chupar del bote / es lo mejor…” Una alusión a la corrupción que sigue bien vigente hoy en la letra de esa canción. De hecho, lo que interesaba a Berenguer era que El Molino debía verse, por un lado, como un espejo de la transición política: en los palcos departían empresarios e intelectuales, hombres del régimen y líderes obreros, agentes de paisano y universitarios, y todos ellos se burlaban juntos de esto y de lo otro, como de los males de la burocracia o de la incompetencia de la Administración. Por otro lado, El Molino constituía un refugio de seguridad en el que la vida exterior se concedía una tregua: a menudo mientras la platea estallaba en risas resonaban no muy lejos las consignas coreadas por los manifestantes o las sirenas de los furgones policiales que evidenciaban el cambio que se estaba precipitando.
Las fotografías de Berenguer devienen así rebanadas de vida, retratos de personajes entrañables como Johnson, La Maña, Christa Leem, Piper o Yvette René, salpicados con graffitis políticos reivindicando amnistía y estatuto de autonomía; instantáneas de una alegría contagiosa tamizada de humo y alcohol pero que vislumbran en el horizonte avisos de tragedia. Este proyecto documental es penetrante, intenso, visceral, no sale de los ojos sino de las entrañas. Se podría hablar de las composiciones y del tratamiento de la luz, del sentido de la oportunidad, de la capacidad para describir una atmósfera o captar un clímax… pero por encima de todo la obra de Ximo Berenguer nos remite a la lucidez de Alfred Stieglitz cuando tuvo que explicar lo obvio y consignar que por encima de todo "cuando hago una fotografía, es como si hiciera el amor". Por imperativo del destino Berenguer lo hizo en un tiempo breve y lo hizo dos veces bueno.
Investigación, experimentación, reflexión, compromiso. Estas serían algunas de las palabras más visibles en una nube de etiquetas que sirviese para describir la 14ª Mostra de arte Gas Natural Fenosa. Una exposición que nos permite comprobar cómo los artistas visuales de nuestro país exploran sus inquietudes más intimas a través de las posiciones estéticas más actuales. Esta nueva edición de la bienal ha retado al jurado formado por Almudena Fernández Fariña (artista, Doctora en Bellas Artes y docente en la Facultad de Bellas Artes de Pontevedra), Óscar Alonso Molina (ensayista, crítico de arte, comisario independiente y artista plástico) y Víctor del Río García (profesor en la Universidad de Salamanca, ensayista y editor en el campo de la estética y la teoría de las artes) a seleccionar a 50 artistas, y premiar a 4 de ellos, entre los más de 600 que se han presentado al certamen. Finalmente, se han decantado por las conmovedoras historias de Núria Güell, la reconstrucción de arquitecturas inexistentes de Emilio Pemjean, la estética callejera aparentemente descuidada de Fernando Renes y el concepto de pintura desbordada de Teo Soriano.
Artistas seleccionados: Abigail Lazkoz, Amaya González Reyes, Ana Barriga, Ana Riaño, Ana Soler, Ángel Masip, Antón Cabaleiro, Antonio Fernández Alvira, Belén, Carles Congost, Carlos Irijalba, Carlos Maciá, Christian García Bello, Chus García-Fraile, Damián Ucieda Cortés, Elssie Ansareo & Alaitz Arenzana, Emilio Pemjean, Enrique Lista, Fernando Renes, Françoise Vanneraud, Iago Eireos, Ignacio García Sánchez, Irma Álvarez-Laviada, Jaime de la Jara, Jesús Madriñán, Jorge Barbi, José Luis Cremades, José Ramón Amondarain, Juan Antonio Cerezuela, Julio Sarramián, Kepa Garraza, Levi Orta, Manuel Diego Sánchez, Manuel Eirís, Manuel Saiz, Marcos Covelo, María León, Mery Pais, Miki Leal, Miquel García, Miren Doiz, Núria Güell, Núria Torres, Rosendo Cid Menor, Sandra Paula Fernández, Simón Arrebola, Tamara Feijoo, Teo Soriano, Vanessa Gallardo, Verónica Vicente.
El Institut de Cultura de Barcelona ha publicado las bases que regirán el proceso de selección para proveer la plaza de director del Festival Grec de Barcelona. Las bases, entre otros requisitos, establecen que las personas aspirantes deberán presentar un proyecto que desarrolle la visión artística del festival y defina una propuesta de gestión.
El plazo de presentación de solicitudes es del 28 de septiembre al 8 de octubre y los aspirantes disponen de un mes para presentar el proyecto La previsión es que la nueva dirección se decida a lo largo del mes de noviembre.
Para el teniente de alcaldía de Empresa, Cultura e Innovación, Jaume Collboni, "el Grec del futuro debe consolidar su personalidad en el panorama de los festivales de artes escénicas europeos y, gracias a todos los que lo han construido durante los últimos cuarenta años, convertirse en la apuesta de una ciudad culturalmente madura".
El Festival Grec de Barcelona es la gran cita veraniega de la ciudad con las artes en vivo. Es un festival con una larga tradición que en 2016 ha llegado a la edición número cuarenta. En este periodo de tiempo se ha convertido en la principal atracción cultural del verano barcelonés y en una referencia en el calendario europeo de festivales.
Puedes consultar las bases aquí.