Revista digital de cultura
y arte contemporáneo

NOTICIAS: Arte

18/09/2018
Humberto Rivas en laSala Fundación MAPFRE Bárbara de Braganza

La Sala Fundación MAPFRE Bárbara de Braganza presenta a partir del 21 de septiembre El creador de imágenes, una exposición, que propone un recorrido a través de toda la obra del fotógrafo Humberto Rivas, desde los años sesenta del siglo XX hasta 2005.

Cuando Humberto Rivas se mudó a Barcelona, en 1976, procedente de su Buenos Aires natal, su llegada fue muy significativa para el medio cultural de Barcelona, y su obra causó un gran impacto. Rivas se convirtió en un autor fundamental para el desarrollo de la fotografía en España a partir de la primera mitad de los años setenta. Esta exposición aborda el trabajo del artista a lo largo de toda su trayectoria, que comprende desde los años sesenta del siglo XX hasta 2005.

Para Rivas, un maestro de la fotografía era todo lo contrario de un “cazador de instantes”. Lo suyo no tenía nada que ver con la casualidad, ni siquiera con la falsa audacia del voyeurismo; era un constructor de imágenes. Trabajaba esencialmente en el estudio con cámara de placas, y en exteriores lo hacía pensando globalmente en el conjunto de su trabajo. Con su obra, la fotografía española se abría a una nueva forma de documentar desde la búsqueda de la impronta del tiempo, de la cultura, de la memoria. Sus imágenes siempre incorporan la mirada del espectador, y en ellas siempre existe una posibilidad de diálogo.

La producción fotográfica de Humberto Rivas se enmarcaría en diferentes “géneros fotográficos” según la historiografía de la época, aunque él nunca se sometió a clasificación alguna, y es desde este hecho de donde arranca su aportación a la renovación de la fotografía española. Sus personajes, que al igual que los paisajes de la ciudad, según le gustaba decir, “lo eligen para ser registrados por su cámara”, atienden a una particular contradicción: son paisajes sin personas y personas sin paisaje; o lo uno o lo otro, nunca juntos en una misma imagen.

La exposición muestra cronológicamente gran parte de su producción, procedente del Archivo Humberto Rivas (Barcelona), así como de las principales colecciones y museos de la península. En 1997 el Ayuntamiento de Barcelona le concedió el Premio de Artes Plásticas Ciudad de Barcelona. En 1998 obtuvo el Premio Nacional de Fotografía, otorgado por el Ministerio de Cultura español. En 1999 recibió en Argentina el Premio Konex. En 2009 el Ayuntamiento de Barcelona le otorgó la Medalla de Oro al Mérito Artístico.

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17/09/2018
15 aniversario del Museo Picasso Málaga

El Museo Picasso Málaga cumple 15 años desde su apertura en octubre de 2003, alcanzando más de 6,19 millones de visitas en este tiempo. Actualmente cuenta con un total de 233 obras, y 166 de Pablo Picasso cedidas en comodato por la Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte (FABA). Se han celebrado 51 las exposiciones temporales, que han posibilitado que más de 1.100 obras del artista hayan sido contempladas en el recinto.

El director artístico del museo, José Lebrero, ha subrayado que la ciudad "ha crecido en sentido positivo en sus contenidos, en su reputación" y ha precisado que la programación por el aniversario se prolongará hasta principios del próximo año, contando con la colaboración de Fundación Unicaja, Fundación Almine y Bernard Ruiz-Picasso para el Arte (FABA) y el Gobierno francés.

Desde el martes 9 de octubre se podrá visitar la nueva exposición El sur de Picasso. Referencias andaluzas, una muestra que se enmarca en el proyecto internacional Picasso-Méditarrenée, liderado por el Musée national Picasso-Paris y que recorre la historia del arte español mostrando unas 100 obras del pintor junto a piezas arqueológicas y pinturas de otros maestros.

Los días 9, 10 y 11 de octubre, el Auditorio acogerá el IV Congreso Internacional Picasso, cuyas anteriores ediciones se han celebrado en París y Barcelona. Bajo el título Picasso e historia, unos 160 expertos de todo el mundo acudirán a Málaga para explorar la obra del malagueño a partir de la investigación del contexto histórico y las repercusiones en el mismo.

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13/09/2018
José Ramón Amondarain en Sala Rekalde

Glutinum mundi es una propuesta expositiva coordinada por el artista José Ramón Amondarain en Sala Rekalde (hasta el 14 de octubre) con el propósito de crear un universo de imágenes que inviten al espectador a elaborar sus propias lecturas, ecos y conexiones. El recorrido propone al visitante la posibilidad de expandir la constelación y la multiplicación de relaciones iconográficas, estéticas, formales y conceptuales que surgen entre las obras.

La expresión glutinum mundi, según los alquimistas de la Edad Media, trataría de ese pegamento del mundo que provoca, en cualquier estado, una fuerza impersonal, un flujo vital, en el cual todos y cada uno participan en una misteriosa correspondencia atractiva. El sociólogo francés Michel Maffesoli se refiere a esta expresión como una co-presencia más o menos teatral; un aura misteriosa que hace compartir, de una manera no consciente, los sueños, los fantasmas y las miradas diversas. La sensibilidad de la época promueve que cada cual en sus acciones, en sus hábitos, se “adhiera” al otro.

Por su parte, el biólogo británico Rupert Sheldrake nos dice que existe un campo morfogenético que nos permitiría entender cómo los organismos vivos, los cristales y hasta las moléculas, adoptan su forma y su comportamiento. “Cada especie animal, vegetal o mineral posee una memoria colectiva a la que contribuyen todos los miembros de la especie y a la cual conforman”. La resonancia mórfica, el principio de memoria colectiva, se puede aplicar de manera que cada colectivo dispone de su propia historia, a la que todos sus miembros están conectados y tienen acceso.

Este pegamento del mundo entendido como un valor englobante, activó en mí una especie de Macguffin, de motor para realizar esta exposición. La muestra recoge una selección de obras que pertenecen a la colección modus vivendi de Fernando Garate. Y pensé en las obras de su colección como elementos que en el transcurso de la muestra cuestionaran ese pegamento del mundo que hacía que, en cualquier estado, garantizara la armonía de lo total y de lo particular.

El trabajo del artista también transcurre a través de una viscosidad, de un flujo cultural que comprende un ecosistema tremendamente complejo con un claro objetivo de transmisión. No me refiero a la comunicación de un contenido, sino a percutir, afectar en el espectador implicándole en un vínculo con la realidad a la que la obra remite. En este sentido, la exposición pretende provocar vínculos entre las obras a costa de forzar las distancias que habitualmente reclaman. De tal manera que cada trabajo desvela una parte latente que se aporta al conjunto de la exposición: algo que cada obra por sí sola no tiene, capas que van aflorando y computando con el resto de obras atravesando sus distintos estratos.

El resultado es heterogéneo e inevitablemente colectivo pero al mismo tiempo son las obras, la manera de vincularse, de relacionarse y el contexto lo que configura una exposición. La colección y sus interrelaciones también se ven alteradas por la contaminación que provoca el espacio expositivo, la puesta en escena y el hecho de mostrarse al público. Cada exposición es una ocasión, y el trabajo del comisario es un compromiso determinante; recoge un acopio de sensibilidades, disciplinas, conceptos y demás complejidades contenidas en las obra. Todo ello se dispone a las incisiones, saltos y alteraciones que el comisario efectúa sobre sistemas organizados, afinados y sujetos a una biografía.

El teólogo alemán Bert Hellinger, creador de las Constelaciones Familiares, dice que un campo morfogenético solo puede modificarse cuando un impulso externo lo pone en movimiento. Ese impulso proviene de un observador que entra en consciencia acerca de la repetición inconsciente del pasado. Así se adquieren nuevas comprensiones, y se hace posible la orientación hacia algo nuevo y diferente. He intentado que la exposición recoja al mayor número de autores respetando “eso” que los unió y que conforma una colección.

Ya no veneramos las obras de arte sino a los artistas, dice Régis Debray . Este filósofo francés nos advierte de que el mundo simbólico también tiene horror al vacío. Cuando la obra se atranca en sí misma, el artista se convierte en un jeroglífico ambulante, esotérico: oculto a los sentidos, al entendimiento y apenas perceptible por personas iniciadas. Cuanto menos simboliza la obra de arte, cuanto menos transmite, más exige la personalización del artista y más se requiere de su vida, respondiendo a una construcción de nuestra cultura. Por la cual aún sostiene la idea romántica del artista ensimismado y autista, que subraya la falta de necesidad para generar vínculos con el espectador, y que encierra en su nombre una supuesta magia intransferible. Así podemos entender una razón por la que los mismos nombres tienden a repetirse en las distintas colecciones, tanto públicas como privadas.

¿Por qué se tiende a manejar listas cerradas con nombres supuestamente imprescindibles que encarnan una traslación desde la obra a sí mismos, en unas listas que delatan la imposibilidad de completar toda colección?

Desde estos parámetros, la exposición propone una resistencia al desgaste que se produce cuando el espectador identifica al autor, pronuncia su nombre y su resonancia genera una propensión que altera la distancia del espectador apartándole de la obra; endureciendo el vínculo y en esa medida abortando la invitación de la obra.

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